Escuchar a Dios para establecer una alianza – II Domingo de Cuaresma

Juan Carlos Rivera Zelaya

marzo 7, 2020

Queridos hermanos, celebramos el segundo domingo de Cuaresma. Este viaje nos está conduciendo hacia la experiencia de celebrar el misterio central de la fe cristiana: la Pascua. Es un itinerario marcado por la seguridad de reconocer en Cristo al Hijo de Dios que vencerá la muerte y nos ofrece la salvación. En este recorrido somo invitados a escuchar la voz de Dios que constantemente nos dice: sal de tu tierra.

El camino de la Cuaresma tiene un fin concreto: la experiencia de la Resurrección. No podemos desviar nuestra atención: la voz que escuchamos es la Dios que constantemente nos interpela para que sigamos al Mesías, a su Hijo. La celebración de la Cuaresma debe permitir encontrarnos en la intimidad de Dios para escuchar su voz, para escuchar a Jesucristo su Hijo. Si no logramos encontrarnos con Jesús, el que nos revela a Dios, nada estamos haciendo en la cuaresma. ¿Quiero encontrarme con Cristo en la Pascua? ¿Qué estoy haciendo en prepararme para ello?

 Hoy retomamos el camino y las lecturas tienen como tema central escuchar la voz de Dios para establecer una alianza de salvación.

1. La vocación a la alianza

La narración del libro del Génesis nos coloca en el capítulo 12 de ese libro. Esta historia que empieza aquí rompe drásticamente con las historias narradas en los primeros capítulos (Gn 1 -11), las cuales aluden, según los expertos biblistas, a narraciones prehistóricas con alto contenido catequético y teológico, pero con poco contenido histórico. La figura de Abrahán se vuelve central en la fe del pueblo israelita y en la fe del cristianismo; pues con él inicia precisamente la historia de la salvación.

Entender el concepto de historia de la salvación es fundamental para entender nuestra fe. Este texto singular nos ofrece la oportunidad de adentrarnos a esta reflexión. La historia de la salvación se puede entender como la intervención de Dios en la historia del hombre que lo invita a establecer una alianza – pacto – contrato de amor. Con Abrahán se inicia esta historia de salvación, y es por medio de él, que Dios interviene en la historia del hombre. La imagen que nos ofrece el texto que hemos leído es la de un Dios que le habla y se comunica con el hombre.

En aquellos días, el Señor dijo a Abrán (Gn 12, 1ª).

Esta historia de alianza tendrá sus etapas. Previamente se puede encontrar que Dios quiso establecer una alianza con Adán y Eva, sabemos su desenlace. También se estableció de alguna manera una alianza con Noé. Abrahán será el inicio de una nueva alianza que se centrará el pacto con Moisés. El texto que leemos hoy revela la vocación (el llamado) a la alianza. Los profetas estaban conscientes de esta realidad que permeaba la religión judía: Dios quiso establecer una alianza con su Pueblo.

 Yo los reuniré de todos los países adonde los empujé cuando estaba tan enojado, indignado y encolerizado. Los haré regresar a este lugar y haré que vivan seguros en él. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Y les daré un solo corazón y una sola manera de vivir, para que guarden siempre mi temor, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos. Pactaré con ellos una alianza eterna y no dejaré de acompañarlos para hacerles favores. Infundiré mi temor en su corazón para que no se aparten de mí. (Jr 32, 37-40).

Dios llama a Abrahán para pactar esta alianza. Él lo saca de su ciudad para firmar un acuerdo. Actitud fundamental es la escucha. Lo que el hombre tiene que hacer es escuchar la voz de Dios que le indica cuál es su voluntad y ponerla en práctica: a eso se le llama fe.

La fe viene por el oír y el oír de la Palabra de Dios.  (Rm 10,17)

2. La nueva Alianza en Cristo

La segunda lectura nos muestra que el centro de la historia de la salvación es Cristo. En él brilla la nueva alianza que se ha venido preparando desde los siglos anteriores. Es por Cristo que podremos alcanzar definitivamente una nueva relación con Dios. Contraria a la promesa hecha a Abrahán sobre la gran descendencia y un gran pueblo, ahora con Cristo la promesa es mucho mayor: la salvación de la muerte y la vida eterna.

¿Cuál es la condición que el texto paulino nos invita a cumplir para alcanzar esta salvación? Tomar parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios. Evidentemente aquí el texto, no nos invita a sufrir sin más: es en cambio, un llamado a encontrarnos con Cristo, a reconocer en el crucificado a nuestro Salvador, a tomar parte en su vida. La salvación solo se alcanza en y por Cristo, a través del cumplimiento de una alianza. En el caso de Cristo, esta alianza ya fue sellada con su propia sangre, nos corresponde a nosotros cumplir nuestra parte (escucharlo y poner en práctica sus mandatos – salir de nuestra tierra)

Recordemos las palabras de la última cena:

Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo: -Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes.  (Lc 22, 14-20)

3. La nueva alianza con Cristo: escuchar su voz

El evangelio, pudiese ser explicado de muchas maneras, pero siguiendo el hilo conductor que nos hemos propuesto en esta reflexión, nos encontramos que Cristo se manifiesta a sus discípulos como el Hijo de Dios que hace posible la nueva alianza con su pueblo. La escena transfiguración revela en los textos evangélicos, más que su gloriosa condición divina, la invitación por parte de Dios a escuchar la voz del Hijo amado, en quien él quiere sellar su alianza.

Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escúchenlo.

Así como Abrahán escuchó la voz de Dios y por medio de esa escucha logró sellar una alianza con Dios, así hoy los cristianos también estamos invitados a escuchar la Palabra de Dios – Jesús – para establecer una alianza personal con Dios. Cada uno de nosotros estamos llamados a escuchar la voz de Dios que nos llama constantemente, a la salvación, a la conversión, al perdón, al amor. Dios nos dice sal de tu tierra, de tu pecado, de tu egoísmo, de tu frustración; y nos invita a aventurarnos en el camino de la resurrección, de la vida nueva.

¿Estoy dispuesto a dejarme interpelar por Dios que me llama a un encuentro personal con él y me invita a la conversión? ¿Reconozco a Jesús como el Hijo de Dios, en quien Dios se manifiesta a los hombres? ¿Pretendo establecer una alianza con Dios o renovar la que ya firmé en mi bautismo en esta Pascua?

Deseo que tengan un buen domingo, y espero que estas reflexiones les ayuden en su vida espiritual. Quisiera saber sus comentarios sobre qué mejorar, qué quieren ver, qué temas tratar. Pueden seguirnos en nuestras redes y dejarnos sus mensajes allí o escribirnos directamente a p.juan@paideiacatolica.com. ¡Cree y tendrás vida eterna!

Génesis 12, 1-4ª

2Timoteo 1, 8b-10

Mateo 17, 1-9

 

 

 

 

Juan Carlos Rivera Zelaya

Sacerdote de la Diócesis de Jinotega - Nicaragua. Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad de Navarra - España. Fundador del blog Paideia Católica sobre formación católica

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