Semana difícil para el mundo: la pandemia del coronavirus se ha arreciado. Países como Italia y España están pasando duros momentos. Latinoamérica ya comienza a experimentar el peligro del coronavirus. Esta cuaresma se está volviendo una experiencia difícil: la experiencia del desierto se esta volviendo para todos. Sin embargo, la vida espiritual debe continuar su rumbo. ¡No debemos olvidar esta gran verdad!: Dios actúa en la historia del hombre. Hay una razón, un porqué, un motivo de todo esto. Y quizás la más evidente sea el llamado a la conversión.
Este domingo IV del Tiempo de Cuaresma es conocido también como el domingo de Laetare: el domingo de la alegría. La tradición litúrgica utiliza el color rosado en este día para indicarnos que pronto, muy pronto, la cuaresma pasará y la victoria de la Resurrección alegrará nuestro caminar espiritual. En este contexto desolador y preocupante del Coronavirus, debemos recordar que Dios tiene un plan para nosotros. El bien siempre triunfa.
Las lecturas de hoy tienen como centro de reflexión mistagógica la acción de ver para el discernimiento y la acción. Hemos insistido en los domingos pasados que un buen cristiano reconoce que Dios interviene en la historia, pero a su vez sabe ver los signos que él le indica y sabe tomar decisiones ante ellos.
1. El Señor le dice a Samuel: fíjate bien
La primera lectura de este día nos da las pautas para entender este proceso del discernimiento. Dios siempre actúa en los acontecimientos de la humanidad. No es un Dios desinteresado, apartado u olvidado de los hombres. Sucede que a veces las personas nos alejamos, no lo escuchamos, no atendemos a su Palabra que nos habla constantemente y nos quedamos sumidos solo en apariencias. Esto sucede en el contexto de la elección del nuevo rey de Israel.
Cuando Samuel es enviado a ungir al nuevo rey tiene que entrar en oración. Se le ve una actitud profunda de escucha atenta. Ante el acontecimiento histórico escucha, discierne y actúa. El Señor le dice: no te fijes en las apariencias, céntrate. Cumple con la voluntad de Dios al escuchar su Palabra, al ser iluminado por ella y es capaz de tomar la mejor decisión por esa razón.
Por eso el salmo responderá a esta lectura:
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. (Salmo 22)
Para que el Señor me proteja tengo que evidentemente escuchar su voz. Ante el peligro inminente del coronavirus hoy el Señor no solo nos pide, sino que nos exige, quedarnos en casa, lavarnos las manos, saludar lo menos posible, estar informado e informar. ¡Tenemos un gran signo! Escuchemos la voz de nuestros pastores, de nuestros obispos, que nos dicen: ¡Tengan cuidado! Necios aquellos que decidan hacer otra cosa.
2. Cristo es la luz
La segunda lectura da la dimensión cristológica de lo que estamos diciendo. Por Cristo y en Cristo se nos ha manifestado la Revelación plena del Padre, pero sobre todo la intervención en la historia. El Dios en el que creemos los cristianos no es un Dios alejado, desinteresado, apático de la humanidad. Es un Dios cercano, tierno, amoroso: es un Padre que envió a su Hijo para que nosotros pudiéramos ver cuál es su designio amoroso, cuál es su voluntad salvífica.
Es por medio de Jesucristo, la Palabra hecha carne, que nosotros podemos discernir la voluntad de Dios para nuestra vida. Cada vez que celebramos los misterios del Señor, meditamos su Palabra, participamos de los sacramentos, tenemos una dirección espiritual, hacemos oración; el Padre por el Hijo en el Espíritu Santo nos está orientando. Él quiere lo mejor para nosotros. Por eso la lectura concluye:
«Despierta tú que duermes,
levántate de entre los muertos
y Cristo te iluminará»
3. Cristo nos ilumina para salvarnos
Esto en el evangelio sale reflejado: el ciego nos representa a todos. No podemos ver – discernir voluntad de Dios puesto que no hemos tenido un encuentro con Jesucristo. Él al tocarnos, al hacerse cercano, al mostrarnos su amor nos permite ver (escuchar o conocer) la voluntad salvífica de Dios. Es por Jesús, por su muerte y resurrección, por asociarnos a las aguas del bautismo (por eso lo manda la piscina de Siloé) que nosotros podemos ahora conocer el designio amoroso de Dios.
Hay algunos que no han tenido un encuentro real y auténtico con Jesús, o viven en una religiosidad cultural o tradicional. Incluso hoy, podemos encontrarnos con católicos que nos decimos ser seguidores de Jesucristo, que podemos estar representados por los fariseos, que nos quedamos con las reglas y normas. Pienso hoy, por ejemplo: ¿por qué cerrar los templos, por qué la comunión en la mano, por qué no sale mi procesión? No saben ver con los ojos de Cristo los signos de los tiempos, no toman las medidas necesarias, no obedecen a sus pastores y los critican hasta denigrarlos.
Hoy tenemos la oportunidad de ver y discernir este gran signo de los tiempos: el coronavirus. Este año 2020 podemos reflexionar: ¿qué me está diciendo Dios con esto? ¿Qué quiere que cambie en mi vida? A caso estaba muy inmiscuido en mi placer, en mi poder, en mi tener, en mi trabajo, en mis viajes, en mis reuniones, etc. Es tiempo para orar, para quedarse en familia, para cuidarnos, para reflexionar. Este tiempo es realmente un tiempo de Dios, un tiempo de misericordia.
Recuerden que pronto celebraremos la Pascua y pronto se acabará también esta pandemia. Resistamos y aprendamos. Quisiera saber sus comentarios sobre qué mejorar, qué quieren ver, qué temas tratar. Pueden seguirnos en nuestras redes y dejarnos sus mensajes allí o escribirnos directamente a p.juan@paideiacatolica.com. ¡Cree y tendrás vida eterna!
Samuel 16, 1b. 6-7. 10-13ª
Efesios 5, 8-14
Juan 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38
0 comentarios