Otra semana más y parece que el camino se está haciendo más difícil: Estados Unidos ya es un foco de infección. El tema del que todos hablan: el coronavirus. La cuaresma-cuarentena a la que el Señor nos está invitado a asociarnos, puede hacernos pensar que Él nos ha olvidado; pero, la liturgia de la Palabra de este domingo nos dice que no estamos solos: que Él está con nosotros. Como hemos recordado en los domingos pasados, hoy lo hacemos de nuevo: ¡Dios interviene en la historia! No es un Dios desconsiderado, alejado, desinteresado por lo que le sucede al hombre.
Este domingo V del Tiempo de Cuaresma nos va introduciendo en la próxima celebración de la Pascua, del acontecimiento más importante en la vida de los cristianos: la Resurrección. Las lecturas de este domingo ya nos hablan de este dilema: vida – muerte. Este tema es central en todas las religiones, sistemas religiosos y filosóficos. El gran problema de la muerte ha asombrado a muchas personas, pero solo hay testimonio de Uno que lo haya podido resolver, de Uno que lo ha podido vencer. Ese es Jesucristo, y en él tenemos nuestra esperanza.
Así como el tema central de los domingos pasados fueron: sed – agua, ceguera – luz, el de este domingo se mueve en esta oposición muerte – vida.
1. El Señor tiene un plan
La primera lectura está tomada del profeta Ezequiel. Ubicamos a Ezequiel en un momento importante en la historia del pueblo de Judá: el destierro a Babilonia. Un momento difícil, en el que había perdido las esperanzas. Los babilonios habían destruido todo y los judíos habían perdido el templo, la ciudad, la tierra (todos sus grandes tesoros). ¡Parecía que todo estaba perdido! ¿Nos recuerda algo esto? Sí, el tiempo del coronavirus: donde parece que hemos perdido todo.
Los especialistas ubican el texto dentro del relato del valle de los huesos, en el que el profeta tiene una visión de cómo esos huesos se van vivificando: recobrando su carne. Algunos piensan que es una profecía de la resurrección de los últimos tiempos y claramente al leer el Antiguo Testamento desde el acontecimiento de Cristo, los cristianos hemos entendido que estas palabras se entienden en esta clave.
Pero al leer:
«Pondré mi espíritu en ustedes y vivirán
los estableceré en su tierra»
Se entiende que también el Señor los regresará a su tierra. No solo es una profecía de los últimos tiempos: es del ahora inmediato y próximo. ¿El por qué de las tribulaciones, lo entenderemos, más abajo, en el evangelio? Pero que Dios tiene un plan: ¡lo tiene!; y ese plan es siempre un plan de salvación. Así como puso su Espíritu en los judíos y vivieron y fueron a la tierra de regreso; así también a nosotros nos librará del coronavirus.
2. En Cristo por la acción del Espíritu
La segunda lectura, como en la mayoría de las ocasiones, nos da la clave cristológica de esto que estamos hablando, pero hoy también aparece un elemento importante que fue mencionado anteriormente: la obra del Espíritu en la salvación. Es el Espíritu Santo (el mismo Dios) el que obra no solo la salvación del alma: sino la vivificación del cuerpo. Los cristianos nos asociamos a Cristo por el bautismo, entramos a formar parte de esa comunión en la Iglesia (su cuerpo), en la que Cristo es la cabeza y nuestro cuerpo quedará vivificado y transformado en el cuerpo de Cristo, por la acción del Espíritu que lo resucitó.
Y aunque en este momento, estamos en una etapa del ya pero todavía no: es decir gozamos de la gracia de estar unidos a Cristo, pero solo participando de los sacramentos, y no en su total plenitud; nuestra esperanza está fundada en la fe de que un día Cristo volverá, seremos juzgados en el amor y aquellos que hayamos cumplido con sus mandatos resucitaremos con Él, por Él y en Él a una vida nueva.
3. Esta enfermedad servirá para la gloria de Dios
¿Por qué Señor no estás con nosotros? Si hubieras estado, si realmente existieras, esto nunca hubiera pasado. ¿Por qué las guerras, por qué el hambre, por qué tanta tristeza? El por qué del hombre tiene una respuesta enigmática en labios de Jesús:
«Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Alguno podrá pensar: entonces Dios deja que todas estas situaciones pasen para que todos nosotros suframos y lo clamemos, le pidamos. ¿No es un poco injusto y cruel de su parte? ¿A caso las enfermedades las manda Dios para que Él muestre su poder? Pero, esas respuestas son egoístas. Es muy fácil echarle la culpa a Dios de todos nuestros males. Es muy sencillo desentendernos nosotros de nuestros errores y buscar culpables por todas partes: o quizás el más fácil sea Dios. Como dijo el papa Francisco el 27 de marzo en la plaza de San Pedro:
Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa
¡La culpa es nuestra! Y aunque a veces pasan catástrofes naturales o enfermedades sin cura ni explicación: en la que solo podemos expresar nuestro asombro y manifestar nuestra tristeza y compasión; la vida, el universo, el planeta, los animales: ¡todo tiene un basta! El coronavirus es el gran signo de los tiempos: es la gran señal de este siglo, que nos hizo demostrar de qué estamos hechos, quiénes somos, qué nos importa.
Es momento de dejar el ¿por qué y entender qué nos está diciendo Dios con esto? Pero no solo Dios: el medioambiente, los animales, el trabajo, la familia, los estudios, nuestra vida espiritual. ¡Es tiempo de conversión! Es tiempo de pensar en los demás, de estar unidos, de clamar al Señor que pare esta tempestad, que resucite nuestras vidas para que podamos abrazarnos otra vez.
Nuestra esperanza está puesta en Jesús: él venció la tempestad, él resucitó a Lázaro, el venció su propia muerte y nos dará la victoria a nosotros. Pero no solo nos resucitará en el último día, sino que nos dará la victoria del coronavirus. Muy pronto este hecho será un recuerdo en la memoria de todos nosotros: es posible que se encuentre la cura, la vacuna: pero ¿la lección que nos dejó, cuál será? ¿Servirá esta enfermedad para la gloria de Dios?
Recuerden que pronto celebraremos la Pascua y pronto se acabará también esta pandemia. Resistamos y aprendamos. Quisiera saber sus comentarios sobre qué mejorar, qué quieren ver, qué temas tratar. Pueden seguirnos en nuestras redes y dejarnos sus mensajes allí o escribirnos directamente a p.juan@paideiacatolica.com. ¡Cree y tendrás vida eterna!
Ezequiel 37, 12-14
Romanos 8, 8-11
San Juan 11, 3-7. 17. 20-27. 33-45
Paz y bien padre. Yo espero que cuidemos más la casa común . Que seamos más conscientes de que el mundo no es solo para los humanos. Y que seamos solidarios entre nosotros mismos.
Esa es la esperanza
Así sea padre