1. ¿Qué misterio conmemora el sábado santo en la semana santa?
Para responder a esta pregunta debemos partir de la premisa que afirma que el Triduo Pascual es el centro de la vida espiritual del cristiano, porque en él se actualizan una vez más, en el hoy de nuestras vidas, los misterios de nuestra redención.
En efecto, el Triduo Pascual comprende tres aspectos fundamentales: muerte, sepultura y resurrección del Señor. A veces se dice equivocadamente “pasión, muerte y resurrección” del Señor omitiendo la consideración de su “sepultura”. Lo anterior es algo que obedece a un empobrecimiento o mala comprensión del Triduo Pascual; por eso, antes de las reformas de Pablo VI, se consideraba como un “Triduo de Pasión”, preparatorio y separado de la Pascua.
En realidad el Triduo Pascual es una unidad que no puede, ni debe separarse. Ya san Pablo hablaba de estos tres aspectos que forman una unidad en el misterio pascual: “Ante todo les he transmitido lo que yo mismo había recibido: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras que fue SEPULTADO y resucitó al tercer día según las Escrituras” (1 Cor 15, 3-4).
Tenemos también el testimonio de ciertos Padres de la Iglesia que reconocían los tres aspectos del Triduo Pascual: “Los tres días santos en los que Cristo sufrió, estuvo en la tumba y resucitó” (san Ambrosio); “Los tres días sacratísimos de la crucifixión, sepultura y resurrección de Cristo”…“Los días en que trabajó, descansó, y fue glorificado” (San Agustín). El sábado santo, pues, se ubica en el centro y en el corazón del Triduo Sacro.
Cada día del Triduo Pascual tiene un acento propio en su espiritualidad:
-Viernes santo: nos presenta al crucificado destrozado, desfigurado, entregado por amor. Nos presenta a aquel que nos ha amado hasta el final (cfr. Jn 13,1); a aquel que ha demostrado que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos” (Jn. 15,13).
-El Domingo de Resurrección: es la fiesta del triunfo de aquel que nos hace partícipes de su vida inmortal. El cumplimiento de las palabras del cuarto cántico del Siervo de Yahvé: “mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho” (Is 52, 13).
Hemos llegado al punto de responder, entonces, a nuestra primera pregunta: ¿Qué misterio conmemora el sábado santo? ¿Qué lo hace diferente del viernes y del domingo? La espiritualidad del sábado santo es la que nos hace meditar en el misterio del ocultamiento de Dios en el sepulcro. (Cfr. C.E.C 624).
2. ¿Cuáles son las notas características del sábado santo?
La validez de esta pregunta radica en el hecho de que nos ayuda a aclararnos qué significa que “Dios se oculte en el sepulcro”.
Primero: que Dios ha sido asesinado: “Dios ha muerto y nosotros lo hemos asesinado” (Nietzsche). Una muerte histórica real en la pasión, y una muerte existencial enraizada en la indiferencia hacia lo trascendente y hacia el hermano.
Segundo: que Dios duerme/está ausente: El Relato de la tempestad en la barca, nos ayuda a acercarnos a esta realidad porque es un texto que anticipa el relato de la sepultura del Señor (Mc 4, 35-41). Es un texto que nos remite a una pregunta y a una respuesta: ¿Por qué duerme Dios? ¿Es que acaso se ha desentendido de la humanidad? La respuesta es que en la “ausencia de Dios” podemos medir el nivel de nuestra fe.
Tercero: que el Hijo de Dios verdaderamente “descendió a los infiernos” nos dice el credo apostólico. Es decir, Jesús ha descendido al Sheol (heb); Infieri (lat): El reino de la muerte. La soledad más absoluta, el lugar en donde ya nadie nos puede acompañar, el lugar de la separación de Dios y de los demás, el lugar de la privación del amor (Cardenal Joseph Ratzinger).
Cuarto: El día del gran silencio, porque la tierra contempla con estupor este gran misterio “nunca tan adentro tuvo al sol la tierra”.
Quinto: Si Jesús desciende al sepulcro, a los infiernos, es con un doble propósito: Por un lado por Solidaridad absoluta con el género humano, ya que a todos nos espera esta misma realidad vivida por el Señor. En efecto, la muerte es un camino oscuro que todos debemos recorrer un día. Jesús ya lo ha recorrido y eso nos da esperanza.
Y por, otra parte, cambiar definitivamente la realidad de la muerte: El lugar que no había sido nunca habitado por nadie, fue llenado por su presencia. El lugar al que nunca había llegado el amor, ha sido colmado con él. La muerte que era sinónimo de fin y destrucción, con la bajada de Cristo a los infiernos, a la tumba, se ha convertido en camino de vida, en tránsito hacia la vida imperecedera.
Sexto: el sábado santo es “el gran sábado de la humanidad”: El día en que Dios descansó, después de haber realizado su nueva creación en Cristo, perfecto Dios y perfecto hombre.
3. ¿Cómo vivir este día?
En primer lugar reconociendo que existe. Para ello juega un papel preponderante la liturgia de las horas, la contemplación y la oración personal. La gozosa expectativa de la Vigilia Pascual no debe ahogar este aspecto fundamental de nuestra fe.
En silencio no tanto luctuoso, sino más bien adorador y agradecido por la obra de Jesús que va mucho más allá de los límites de nuestra vida biológica espacio-temporal. Con su bajada a la tumba ha abierto las puertas de la resurrección.
Un día que debe vivirse en la esperanza de saber que Cristo ha vencido a la muerte, que ya ha recorrido el camino por nosotros, por tanto, nos acompañará cuando nos toque experimentarlo.
Un día en que nuestro miedo a la muerte, por la bajada de Cristo al sepulcro, se transforma en seguridad de que hemos sido creados y redimidos para la eternidad.
El modelo a seguir hoy es María Santísima. Ella es paradigma de fe, fortaleza, esperanza y de confianza sin límites. Ella es también la primera resucitada después de su Hijo Jesús. Que el sábado santo sea nuestro camino directo hacia la gloria del domingo de Pascua. Desde ya ¡felices fiestas!
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