La liturgia de la Palabra vuelve ahora al ritmo dominical del tiempo ordinario. Este año 2020 los domingos estarán marcados por los textos del evangelio de Mateo, correspondiente al ciclo A. Ya hemos concluido las celebraciones importantes después de la Pascua y ahora la liturgia nos conducirá y guiará a la reflexión, para alimentar nuestra alma con la mesa del Pan de la Palabra, a través de las obras y palabras con las que el Señor nos mostró el Reino de Dios y su mensaje de salvación.
1. La misericordia de Dios
La primera lectura de este día presenta una escena típica del libro del Éxodo: Dios habla y actúa por medio de Moisés. La intervención humana en la transmisión del mensaje divino se hace patente en el gran profeta de Israel. Es gracias a Él que Dios comunica la gran verdad de su salvación y sobre todo de su misericordia. Recordemos que el libro del Éxodo tiene esa intención particular: hacernos comprender que Dios ama a su pueblo, que Dios se compadece de su pueblo.
Precisamente esta idea aparece muy remarcada en las palabras de Dios: ya han visto cómo los he liberado de los egipcios, los he llevado sobre alas de Águila para atraerlos hacia mí. ¡Cuán grande es la misericordia de nuestro Dios que ha querido no solo liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto, sino que lo invita a participar de una comunión íntima con Él. Y esto es clave, estimados hermanos, para entender que la salvación y la liberación de la esclavitud del pecado no está completa sin la comunión e intimidad con Dios. Precisamente solo a partir de la comunión con Dios es que se puede lograr la liberación del pecado y la muerte.
Desde esa perspectiva de comunión se entiende la comunión a la que el Señor nos invita no solo con Él, sino con aquellos que también están en comunión con Él. Por eso Israel se constituye un pueblo, una comunidad, una nación santa, sacerdotal. Es decir, Israel se constituye en la comunidad de los que son amados y tienen una intimidad con el Señor. Es esa su gran condición, gran regalo y lo que los diferencia de los otros pueblos.
2. Jesús muestra esa misericordia
La condescendencia y la misericordia de Dios llegó a su máxima expresión en el acontecimiento de la Encarnación, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Esta es la clave de interpretación que podemos señalar para leer la segunda lectura de este día, tomada de la carta del Apóstol san Pablo a los Romanos. Con el acontecimiento de Cristo ya no hay necesidad de un intermediario como Moisés para que Dios muestre su infinito amor, Dios mismo ha asumido a su naturaleza divina, la condición humana y ahora nos invita a asociarnos por medio del Bautismo, a su comunión de amor.
Es precisamente, gracias a la muerte redentora de Nuestro Señor en la cruz, que la barrera que impedía la comunicación de amor y compasión que Dios tiene hacia los hombres, ha sido derrumbada. Esa barrera es el pecado, es decir la negación completa por parte del hombre al amor misericordioso de Dios y a la comunión con los otros hombres y mujeres que tienen una relación con Él. A eso se refiere el Apóstol, cuando habla de ser reconciliados. Cristo pagó por nuestros pecados y precisamente por su sacrificio Redentor hemos sido reconciliados por Él y para Él.
3. El discurso de la misión
Esto que hemos dicho aparece reflejado en las lecturas, aparece de un modo sublime del Evangelio de este día. Algo particularmente hermoso que nos permite entender el evangelio de Mateo es que Jesús ha establecido un nuevo Israel: la Iglesia se convierte ahora en el nuevo pueblo o comunidad de los que son amados, protegidos y resguardados por el Señor. Todo el Evangelio de Mateo puede ser leído en base a esta idea central: la Iglesia es la continuación perfecta del pueblo de Israel. Es perfecta, no porque los hombres y mujeres que pertenezcamos a la Iglesia lo seamos, sino por el Inmenso amor y de Nuestro Dios que ha venido a nuestro encuentro.
El pasaje que leímos hoy es conocido por los estudiosos bíblicos como el inicio del discurso de la misión, y que iremos escuchando estos domingos. Dos detalles invito a que reflexionemos sobre este texto: el primero es que hoy se nos presenta a un Jesús muy conmovido, muy enternecido, muy compadecido por las ovejas de Israel. El mismo Dios del Éxodo que se compadece por su pueblo, se hace presente en Jesús, pero de una forma aún más humana y familiar para nosotros. Dios ama tanto a su pueblo, que incluso muere por Él. ¡Cuánto amor hermanos!
4. Jesús nos asocia a su misión
Otro detalle que quiero remarcar es cómo el Señor asocia a la misión de atraer a todos hacia Él, a hombres con nombres y apellidos, como usted y como yo; para llevar el mensaje de Salvación, para comunicar la gran noticia de que el Reino de Dios está cerca. El Señor nos invita a orar por los trabajadores de la mies, pero más aún, nos invita a participar de la misión. Dios nos habla por Jesús y nos muestra su amor, pero también nos habla por Pedro, Juan, María, Josefina, Maritza, Ernesto, etc.; pues ellos, al estar unidos a Jesucristo por el bautismo, también son testigos y comunicadores del amor de Dios.
Ahora bien, ¿acaso yo también soy portador de ese mensaje de salvación? ¿Acaso yo también debo ser testigo de ese mensaje de salvación? La respuesta es sí y sobre todo en estos momentos difíciles, en los que vivimos. El Señor hoy nos invita – a usted y a mí – a ser verdaderos testigos de ese amor sobre todo con el que está herido, contagiado, sufriendo, pasando hambre, triste, con el que está perdido como oveja sin pastor. Escuchemos hoy la voz de Dios que nos muestra su amor y nos envía a mostrar su Amor a los demás.
¡Feliz Domingo!
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