Vengan a mí los que están cansados – Domingo XIV del Tiempo Ordinario

Juan Carlos Rivera Zelaya

julio 4, 2020

Un nuevo horizonte vislumbra en estos días: la nueva normalidad se acerca a nuestras vidas, y con ella más responsabilidad para cuidarnos y cuidar a los demás. El COVID19 ha supuesto un verdadero reto para toda la humanidad, pero especialmente para muchos cristianos, seguramente nos ha despertado de un profundo sueño: el sueño de la comodidad y acomodamiento. Hoy se hace necesario recordar el gran mensaje de salvación que el Señor nos dirige a cada uno.

La muerte, el dolor, la enfermedad, las injusticias y la guerra se presentan como esas grandes cargas que el ser humano debe llevar sobre sus hombros. Dios no está ajeno a esas cargas, a esas preocupaciones. Dios es un Padre que sabe que su pueblo sufre, que reconoce el dolor de sus Hijos. Por esa razón ha enviado a su Hijo Jesucristo, para redimirnos del gran mal, de la gran carga que ha supuesto el pecado para la humanidad. Hoy el Señor, nos propone descansar en sus brazos de buen pastor y liberarnos de esa carga tan pesada que estamos viviendo.

1. Un Enviado para liberar

La primera lectura de este día está tomada del profeta Zacarías. Según los expertos en Biblia, la segunda parte del libro del profeta (cc. 9-14) está ambientada a finales del s. VI a.C. El pueblo judío había sufrido el destierro en Babilonia, y tenía por delante un gran reto: la reconstrucción del templo y de toda la vida judía. Esta segunda parte del libro del profeta tiene como gran tema central la espera de un Mesías que ayude al pueblo a vivir en paz.

Es precisamente ese tema el que encontramos en la primera lectura de este día. El profeta Zacarías anuncia la llegada de un mesías humilde y sencillo, montando sobre un asno, y que proveerá paz al pueblo que está desesperado. El pueblo estaba con miedo, pues había sufrido mucho en manos de los Babilionios. Empezaba a ver un poco de paz, pero la historia les enseñará que solo dejándose guiar por Dios – su Padre – y por su Enviado, podrán tener la paz que tanto anhelan.

Evidentemente, el anuncio, aunque se realice en ese contexto tan lejano a nosotros, se actualiza hoy. ¡El dolor y el sufrimiento invaden hoy nuestras vidas! La misma experiencia del destierro, la estamos pasando nosotros al perder a familiares, al no tener trabajo, al estar preocupados por nuestro futuro. La gran noticia de este domingo, es que este anuncio se hace actual: Dios quiere enviarnos a un guía que nos ayude a encontrar paz.

2. ¡Es Cristo!

Como siempre, la segunda lectura nos ayuda a descifrar en clave cristológica en quién podemos descansar, en quién podemos confiar, quién será ese Mesías esperado que nos libere. Tomada de la gran carta de san Pablo, este día escuchamos que gracias al Espíritu que Cristo nos envió, volveremos a la vida a través de la Resurrección. Jesucristo es la gran esperanza del cristiano, pues él ha vencido a la gran tribulación, al gran problema, a la más trágica dificultad que pueda llevar el hombre: la muerte.

Sin embargo, queridísimos hermanos, para lograr esa liberación, nosotros debemos también poner de nuestra parte. Cristo, ciertamente quiere y anhela liberarnos de la muerte, y antes que eso, del pecado que la produce. Por tal razón, debemos esforzarnos para vivir según el Espíritu que el mismo Cristo nos infundió para que tengamos vida. Sin Cristo y sin su Espíritu no podremos ser verdaderamente libres para vivir en Él. La invitación que hoy, Dios nos hace, es sencilla ¿quiero vivir según el Espíritu que me va a liberar y hacer descansar?

 3. ¿Acepto esta salvación?

En el evangelio de este día también vemos realizada la profecía de Zacarías. De una manera explícita, el Señor se autopresenta como el Enviado por el Padre para revelar su amor hacia los hombres. Él es el que conoce lo que el Padre quiere comunicar a los hombres y gracias a Él es que los hombres podemos tener acceso al designio de salvación que Dios tiene para nuestras vidas.

Sin embargo, y aunque Jesús se ha presentado claramente como el Mesías esperado; los soberbios y arrogantes no lo podrán reconocer. Pues, para un soberbio y arrogante, la “paz” se construye a base de opresión, de guerra, de violar derechos, de la mentira, de plomo. La humildad y la mansedumbre del Señor, no puede ser reconocida ni imitada por alguien que está aferrado demoníacamente al poder. Eso pasaba en tiempos de Jesús con los fariseos, escribas, incluso con algunos seguidores de Jesús que estaban detrás de él por sus milagros o porque les proveía “alguna seguridad”. Eso pasa hoy también, con los poderosos, algunos gobernantes y con algunos seguidores de Jesús.

3. El mensaje es para mí

Por eso Jesús en el Evangelio de hoy le da gracias al Padre, porque su auténtico mensaje de salvación se lo ha revelado a los pequeños y humildes. Son precisamente ellos, los que sean capaces de abrir su corazón a Dios y dejarse conducir por Él, quienes van a encontrar en Jesús, el descanso que necesitan para toda su vida, pero también para momentos específicos como el que estamos viviendo.

Un auténtico seguidor de Jesús, alguien que sabe que su vida depende completamente de la voluntad de Dios, que Él lo cuida en todo momento y sabe qué es lo mejor para su vida; entenderá que todo es pasajero. A un verdadero seguidor de Jesús, no le generará miedo ni ansiedad el futuro. Evidentemente se ocupará de las cosas que tiene que hacer y trabajará para conseguir lo que necesite, pero dejará su vida en manos de Dios, pues Él lo ha liberado del pecado y de la muerte y lo conducirá hacia su morada celeste en el momento en el que Él decida.

Con esta situación del coronavirus, la invitación que nos hace el Señor es a confiar más en Él. Seguramente estamos cansados y agobiados de estar encerrados, de no tener trabajo o de salir a trabajar con miedo, de haber perdido a un familiar o de tener a uno enfermo. Incluso puede ser que algún lector esté pasando la enfermedad. Este momento es especial para descansar en el Señor. Le podemos decir a Él: «Te entrego mi vida, haz de Ella lo que Tú decidas, quiero descansar en tu voluntad».

¡Feliz Domingo!

Zacarías 9, 9-10

Romanos 8, 9. 11-13

Mateo 11, 25-30

 

Juan Carlos Rivera Zelaya

Sacerdote de la Diócesis de Jinotega - Nicaragua. Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad de Navarra - España. Fundador del blog Paideia Católica sobre formación católica

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