Seguimos avanzando en este itinerario de conversión que nos propone la Iglesia, a través de la unión con el misterio de Cristo, muerto y resucitado, que se nos actualiza en cada celebración Eucarística y de un modo especial en la celebración de la Pascua Dominical. El itinerario de este año está marcado por una situación especial: el coronavirus. Dios ha dispuesto que este sea el espacio vital que nos ayude a meditar el banquete de su Palabra, la que nos ayudará a construir en nuestra propia vida y contexto el Reino de Dios.
Hoy las lecturas de este domingo XV del Tiempo Ordinario nos propondrán como centro de reflexión, la actividad de la Palabra de Dios en la vida del Creyente y cómo el creyente se vuelve un terreno – que según cómo reciba esa Palabra – es capaz de dar fruto. Encontramos que el Reino de Dios se logra a partir del encuentro entre Dios y el hombre que se da plenamente en Jesucristo, y los fieles – unidos a Él – podremos transformar toda la creación.
1. El Reino y las parábolas
Estos próximos domingos del mes de julio (XV -XVI -XVII T.O.-A) estaremos leyendo las parábolas del Reino (c. 13). En san Mateo – como en el resto de los evangelios sinópticos – el Reino de Dios es una categoría fundamental y prioritaria para la predicación de Jesús. «Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos ha llegado”». (Mt 4,17). Jesús predica el Reino de Dios automanifestando su filiación divina y asegurando que Él mismo es el Reino de Dios: es decir el encuentro entre Dios y el hombre que es capaz de dar frutos abundantes. Según los estudiosos bíblicos, el capítulo 13 de Mateo es el centro del Evangelio puesto que enseña qué o más bien quién es el Reino.
Jesús explica el Reino en parábolas: una manera pedagógica de enseñar, pero a la vez de transmitir una verdad que no puede ser explicada de otra manera sino solo por la analogía. La parábola le permite al Señor, mostrar la posibilidad de vivir ya el Reino de los Cielos, pero guardando el misterio que aún nos espera hasta su manifestación gloriosa (cf. Mt. 18). Las parábolas que escucharemos a continuación no solo serán mostradas, sino incluso el mismo Señor nos las explicará, a nosotros que hemos decidido escucharlo atentamente. Ojalá que podamos escuchar atentamente para entender con el corazón, y convertirnos para que el Señor nos cure (cf. Mt 13, 15).
2. Escucha
Escuchar es la primera condición para cumplir el Reino de Dios en nuestra vida y contexto: la escucha. Es por la escucha atenta, que el Señor puede ofrecernos un contacto con su Palabra, que podemos tener una relación personal con Dios. Las relaciones humanas se construyen a base de la escucha. Pues, la relación del hombre con Dios se basa en la escucha. Sin el contacto con la Palabra de Dios, el hombre lo olvida fácilmente. Por esa razón, cuando se quiere olvidar a Dios se silencia su Palabra.
Recordemos cuan importante para Israel es escuchar. El Shemá que es una oración que constantemente repetían precisamente inicia por la palabra escuchar:
«Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh.» (Dt 6,4).
Esto que decimos aparece reflejado en la parábola que hemos leído en el evangelio de este domingo. En primer lugar, aparece el sembrador con sus semillas. Este sembrador y estas semillas son signos de Jesús: Él mismo es la Palabra que sale de la boca de Dios (cf. Is 55, 11). Esta semilla a veces cae a las orillas del camino y los pájaros o el viento se la llevan. Esto es símbolo de personas que no escuchan, no se disponen a escuchar, no reservan lugar para la meditación para la oración, para la lectura de la Palabra de Dios. Por eso, sin la escucha atenta de esa Palabra, esta persona que no escucha olvida sencillamente a Dios y el Reino de Dios no se hace presente en su vida.
3. Comprensión
Esta escucha no se completa si no hay comprensión, si no hay un proceso de asimilación, de constancia, no solo de estudio (aunque es necesario), sino también de recepción y de ser capaz de asumirla en nuestra propia vida. De igual forma, no se puede escuchar completamente para comprender si no se es capaz de silenciar otras voces y de ir eliminando la maleza que nos rodea, nuestras precomprensiones y prejuicios, e incluso ideologías de tipo filosóficas, políticas o económicas. Sucede lo mismo, si el hombre que escucha la Palabra no es capaz de asumir con valentía las contrariedades, las persecuciones o el mismo riesgo incluso de perder la propia vida, que implica ser seguidor de Cristo
Esto aparece reflejado en el Evangelio que hemos escuchado por el terreno pedregoso por los cardos (una planta llena de espinas o maleza). La semilla que cae no puede ser correctamente asimilada, si no se limpia profundamente el terreno. No se van a comprender algo cuyo valor no se tiene como prioritario, pues estas otras ideas van ahogando la semilla buena. Incluso la idea “buena” de la propia comodidad o la idea de mi humanidad puede ahogar esa semilla. El Señor pide, para comprender su Palabra, una radicalidad ya exigida en el sermón del monte (cf. Mt 5,ss.). Es muy difícil dar fruto con maleza del temor o de ideas contrarias al Evangelio.
4. Dar fruto
El encuentro entre Dios y el hombre se da en la persona de Jesucristo. Él mismo que es la Palabra de Dios, vive en actitud de constante escucha de la voz del Padre que le dice cuál es su voluntad. Por eso, en Él se hace presente ya el Reino de Dios. El Reino se inaugura con Jesucristo y en la medida que nos asociamos a Él, podremos también inaugurar el Reino de Dios en nosotros. Esto lo explica san Pablo en su carta a los Romanos, pues toda la creación espera ese momento en el que todos gocemos de la filiación divina plenamente.
Esta inauguración del Reino de Dios en nuestra vida se da por la escucha, por la comprensión y por poner en práctica lo que la Palabra de Dios nos va orientando. Nosotros podemos hacer presente ya el Reino de Dios, cuando somos capaces de dar fruto como lo hizo Cristo, en Cristo y por Cristo. En razón de nuestra unión a Él, podemos ser portadores y multiplicadores de la gracia del Reino que se nos da en la lectura de las Sagradas Escrituras, de la celebración de los sacramentos, en la vida comunitaria.
Unos daremos más frutos que otros, pero lo importante es dar fruto. El Señor nos pedirá cuenta de qué hemos hecho con esa Palabra escuchada y asumida en nuestra vida. Como dice la primera lectura, esa palabra no vuelve vacía, sino que debe cumplir el deseo del Padre (cf. Is 55, 10-11). Para nuestra reflexión debemos hoy preguntarnos:
- ¿Estoy escuchando atentamente la voz de Dios que me habla en las Sagradas Escrituras, en una Misa, en la confesión o dirección espiritual?
- Dedico ratos de oración personal para escuchar la voz de Dios
- ¿Escruto, estudio, y medito las Sagradas Escrituras? ¿Me intereso por cursos bíblicos?
- ¿Vivo con intensidad y valoro la gracia que se me transmite en los Sacramentos?
- He limpiado el terreno de mi alma y mente de ideas preconcebidas o de ideologías contrarias al Evangelio.
- ¿Pongo en práctica lo que Dios quiere para mi vida?
- ¿Qué porcentaje de frutos considero que estoy dando con mis acciones y palabras?
Primeramente muchas gracias por esta valiosa reflexión Padre, pienso que Jesús nos habla en repetidas ocasiones en parábolas para que tengamos una mejor y mayor comprensión de su mensaje, de lo que el quiere para con nosotros pero de una forma en la cual se conserva el misterio de la revelación, sabemos que el mensaje de Dios no se puede encapsular en palabras humanas, Dios es infinito y nosotros como seres limitados e imperfectos solamente podemos comprender hasta cierto punto lo que el Señor nos dice. En el evangelio de este Domingo Jesús nos asemeja a una semilla, esta semilla que en dependencia de donde caiga dará fruto o no. Dios por supuesto desea que estemos en un terreno fértil, un lugar donde podas dar eso que Dios quiere con nosotros, nos corresponde por tanto evitar caer en un terreno llano y seco el cual ocasione que nos alejemos de Dios y demos a los demás ese fruto que estamos destinados a proporcionar
También podemos ver el evangelio de este Domingo, como que este terreno mencionado es nuestro corazón, los diferentes tipos de terreno son el como recibimos la palabra de Dios, debemos procurar recibirla con el corazón abierto y dispuesto a multiplicar esos frutos que Dios quiere que demos a los demás, para alabanza y gloria de el mismo.
Es una excelente reflexión e información de la cual nos ayuda a enriquecer los conocimiento, pienso que Jesús nos habla en las parábolas tomando en cuenta un lenguaje muy significativo el cual nos ayuda a comprender y entender cada uno de esos mensajes especiales que el nos regala, con ellas nos refleja una educación religiosa y espiritual! Es una manera de narración simbólica para que los hombres comprendan el mensaje que el nos quiere hacer llegar!
Jesús nos habla de una manera sencilla para que podamos entender el anuncio del reino de Dios, los que escuchan con el corazón dispuesto, arrepentido y sincero podrán comprender el mensaje, estarán dispuestos actuar darán frutos buenos; pero aquellos como los fariseos que solo buscaban perjudicar a Jesús; no estaban para nada arrepentidos, con el corazón duro no podrán entender aunque él utilice sus mismas palabras puesto que no quieren escuchar, solamente si queremos podremos ser sanados por el Señor y el momento es ahora. Gracias Padre por esta gran reflexión .
Felicito a quienes han comentado antes, lo han hecho muy bien. Mi comentario solo apoya lo que antes afirmaron mis hermanos. Dios se comunica con el hombre a través del lenguaje humano, precisamente utilizaba las parábolas para comunicarnos verdades de fe. Me imagino a Jesús explicando el Reino de Dios a agricultores y que mejor forma de hacerlo poniendo el ejemplo de los sembradores.