Nos adentramos ya en los domingos del Tiempo Ordinario y la liturgia nos está permitiendo disfrutar y conocer mejor al Señor a través del Evangelio de san Mateo. En este domingo, la comunidad cristiana se reúne en torno al altar del Señor para «alimentarse de la Palabra» en la que Él se muestra compasivo y misericordioso. En efecto, él nos alimenta, llena y sacia el gran vacío y el anhelo de felicidad que tiene nuestra alma. ¡Dejémonos sorprender por su amor inmenso!
Esperanza
La primera lectura está tomada del capítulo 55 del libro de Isaías. Con ese capítulo se finaliza la segunda sección del gran libro de Isaías o el Deuteroisaías. Esta sección está marcada profundamente por la realidad del destierro: el pueblo está en Babilonia y el autor está junto a ellos. El pueblo pasa por una crisis profunda de desolación, incertidumbre, de anhelo de paz y estabilidad. Ante todo, el pueblo está ante una crisis de identidad, pues han perdido su Tierra y su Templo. ¡Hay mucho dolor!
El final de esta sección es un verdadero aliciente en esta situación que vive el pueblo, es una palabra profética de esperanza. Isaías es el portavoz de una gran noticia: para el pueblo israelita que está con hambre y sed, que está prácticamente muerto en vida por haber perdido el templo y su tierra, el Señor le ofrece alimento, agua y sobre todo vida. Dios se presenta como un mercader de paz, un anunciante de vida eterna. ¿A caso nosotros hemos escuchado esa voz que nos llama a saciarnos en el Señor?
¿Qué nos separa del amor de Cristo?
En este mismo sentido de Isaías, la segunda lectura de este día es una declaración de esperanza. Está más que decir que el capítulo octavo de la carta de los Romanos es una verdadera joya teológica y espiritual. A partir de ella ha corrido mucha tinta en la reflexión cristiana, pues representa una de las cúspides del corpus paulino e inclusive de los textos neotestamentarios. Per,o sobre todo estos versículos que escuchamos en la liturgia de hoy – según mi juicio – son aun los más bellos de todo el capítulo.
La vida cristiana no es un camino de seguridades y “abundantes bendiciones”. Evidentemente el cristianismo tampoco es un camino masoquista de sufrimiento y dolor. Sin embargo, estar en el mundo implica que tarde o temprano experimentemos la injusticia y la pena, más aún cuando somos cristianos, seguidores de un crucificado o como consecuencia de nuestros propios pecados. ¿Pero para el cristiano qué podrá apartarnos del amor de Dios, si aún en medio del sufrimiento y del pecado, Dios nos sigue dando muestras de su infinita condescendencia para con el Ser humano?
Realmente no hay nada que le impida al ser humano, disfrutar de la gran riqueza del amor de Dios en su vida. ¡Y cuando digo nada, es que no hay nada! El sacrificio de Cristo en la cruz ha roto todo tipo de barrera. Depende únicamente de nuestra voluntad poder acercarnos al Señor, disfrutar de su infinita misericordia y amor. Depende exclusivamente de nosotros, pues Dios está dispuesto, siempre lo está. ¿Quiero disfrutar de la saciedad de su amor?
La multiplicación de los panes
Esta misma idea de un Dios compasivo y misericordioso aparece reflejada en el texto del evangelio que escuchamos en este día. Tomado del capítulo 14 de san Mateo, esta es la primera vez que la multiplicación de los panes aparece en el texto de Mateo. Habrá una segunda vez que este hecho se narre en el capítulo 15, pero con otros detalles.
Muchos concuerdan que esta versión es la más antigua de todos los evangelistas o que procede de una tradición más antigua en paralelo con Mc 6, 30 – 44. Todos los evangelios tienen este episodio, por lo que podemos intuir que este acto fue muy importante y sorprendente para los discípulos y que resonó mucho en las primeras comunidades cristianas.
Jesús orando solo y compromiso cristiano
¿Qué nos enseña esta narración? En primer lugar, que Jesús se retiraba constantemente a la oración. En otros momentos del Evangelio aparece la escena de Jesús orando en el desierto, en un momento de intimidad junto a su Padre. Estos eventos no son esporádicos, sino parte fundamental de la vida de Jesús y lógicamente deberán ser parte importante de la vida de la comunidad cristiana. ¿Dedico un tiempo suficiente para estar a solas con el Señor?
Sin embargo, estos momentos de soledad con Dios no implican un apartarse de las necesidades del hombre, del mundo, de mi contexto vital. El Señor nos muestra que la necesidad del pueblo lo siguen, porque andan perdidos, tal y como lo dice el texto de hoy, como «ovejas sin pastor». También el Señor nos invita a interesarnos por los problemas de los hombres, sobre todo de nuestros vecinos: de aquellos que tienen no solo hambre, sino que luchan por la justicia y porque sus derechos sean cumplidos.
La vida cristiana no es un “apartarse del mundo” es, en cambio, un comprometerse por instaurar el Reino de Dios en el mundo. Con «denles ustedes de comer», el Señor nos está comprometiendo a trabajar en favor de una sociedad más justa y transparente. La comunidad cristiana no puede estar compuesta por personas que apoyen, promuevan o sean parte de sistemas corruptos o de formas de esclavitud e injusticias. El camino cristiano nos debe comprometer con el trabajo por la justicia y la paz tal como nos lo recuerdan las Bienaventuranzas.
Eucaristía
La última parte del texto del Evangelio de este domingo es una clara alusión a la Eucaristía. Para los cristianos católicos, el alimento de salvación que nos da saciedad espiritual es el Pan Consagrado en el altar. Jesús se hace presente en la mesa eucarística y se nos da como verdadero manantial de vida. Las palabras que utiliza para bendecir, partir y dárselo a los discípulos son un recuerdo de la Eucaristía. ¿Cuándo vivo la Eucaristía soy consciente del regalo hermoso que el Señor nos da, al donarse el mismo como alimento de salvación? ¿Estoy dispuesto a verdaderamente alimentarme del Señor?
Espero que este domingo, que sea de mucho provecho para nuestra vida espiritual. Que el Señor clemente y misericordioso, nos ayude a experimentar auténticamente el don de la saciedad espiritual a través de la comunión de su cuerpo y de su Sangre, para que así nos comprometamos a trabajar por la justicia, sin importarnos cualesquiera consecuencias que esto implique. Así sea
Is 55, 1-3
Rom 8, 35. 37-39
Mt 14, 13-21
0 comentarios