Elías
La primera lectura está tomada del primer libro de Reyes y tiene como protagonista al gran profeta Elías, el profeta por antonomasia del pueblo de Israel. Si pensamos en un profeta, es en Elías en quien tenemos que pensar. Pues uno de los relatos más famosos sobre el gran profeta de Israel, es precisamente el que escuchamos hoy. Según los estudiosos de la Biblia, este relato tiene elementos místicos muy interesantes y que incluso aún no han sido plenamente entendidos.
Contextualizando la situación del profeta, sabemos que estaba huyendo de Jezabel porque Él defendía el yahvismo (la adoración del único Dios Yahvé) y Jezabel quería implantar la adoración a los dioses paganos. Elías sube al Horeb, huyendo de la mujer que quería matarlo, y lo hace porque quiere encontrar al Señor. Está en una situación límite, huye por su vida, y quiere que Dios lo salve. ¿Qué hace en este momento? ¿Cómo puede Dios salvarlo? Pero, más importante: ¿dónde está Dios? ¿Cómo puede encontrarlo?
Escuchar para encontrar
Es interesante que el texto dice que la Palabra del Señor le habló y le dijo que saliera de la cueva donde se había metido, para esconderse por el miedo. Ante una situación difícil Elías quiso esconderse, pero la voz del Señor le manda a que salga y lo hizo. ¿Cómo encontró – reconoció al Señor? La respuesta es sencilla: escuchando. La escucha de la Palabra de Dios, le ayudó a discernir y enfrentar la situación que estaba atravesando. En medio de la situación que estaba pasando, pudo encontrarse con el Dios de Israel.
Elías no encontró al Señor en el terremoto, ni en la tormenta, ni en el fuego. No encontró al Señor en un gran milagro que acabara con la gran aflicción que estaba padeciendo. Lo hizo escuchando la voz suave y sencilla que se dirigía a él en medio de la brisa. Dios está presente en medio de su tribulación, pero su presencia es suave y silenciosa, y solo aquel que es capaz de escuchar – discernir, es también capaz de encontrarse con el Señor.
Dónde está Dios
Hoy muchos preguntan: ¿dónde está Dios en estos momentos en los que estamos sufriendo? ¿Por qué no hace un milagro, si tanto le hemos pedido? ¿Por qué no detiene “mágicamente” esta pandemia? ¿Por qué permite que tantos hermanos mueran a causa de esta enfermedad? La respuesta es sencilla: Dios está presente. Sucede que no nos damos cuenta, que no escuchamos – discernimos adecuadamente, y solo nos enfrascamos en los grandes acontecimientos y no vemos los pequeños.
ios está en cada médico que está operando, en cada enfermera que está cuidando, en cada limpiador que desinfecta, en cada conductor de ambulancias que traslada, en cada policía que resguarda la seguridad, en cada colaborador de mercados que trabaja, en el agricultor que se esfuerza, en la madre que cuida. Dios está incluso en aquellos que no creen en el Él, pero que están investigando y aportando para combatir esta pandemia. Solo un corazón capaz de escuchar y discernir más allá de lo grande, y que se atreve a ver los detalles, es capaz de ver que Dios está actuando en la humanidad.
Jesús camina sobre las aguas
Esta misma idea se repite en el Evangelio que hemos escuchado. Este texto es continuación directa del texto que escuchamos el domingo XVIII, sobre la multiplicación de los panes (cf. Mt 14, 13-21). Después que Jesús hace el milagro, se dirige al monte a orar, al igual que Elías. Los discípulos son enviados en la barca, la cual en el evangelio de Mateo, representa a la Iglesia. Uno de ellos será el protagonista de este relato: San Pedro
Hay una situación adversa: un problema serio tiene, pues las olas eran adversas. ¿Qué hacían los discípulos? Se escondían, como Elías en la cueva. En un momento dado, se aparece el Señor y le habla a Pedro que lo envía a caminar sobre las aguas, tal y como el lo hace. Según los biblistas este episodio es una catequesis sobre la Resurrección, pero fijémonos en el detalle de que es gracias a la escucha-discernimiento que hace Pedro de la voz del Señor, que Él puede también empezar a caminar sobre las aguas. Pedro, lo hace porque escucha y entiende que Dios lo está llamando.
¿Pero Pedro escuchó?
Aunque sobre esto habría que matizar mucho, porque Pedro no lo hace convencido. De hecho, Jesús se presenta con las mismas palabras que lo hizo en la Resurrección «Ánimo, soy yo, no tengan miedo»; pero, los discípulos dudan. Pedro, no está seguro y le pide una prueba. Él se deja conducir por el Señor, pero termina sucumbiendo porque seguramente deja de escucharlo. La voz de sus miedos, la voz de sus angustias y sobre todo la presencia de la calamidad no lo deja caminar, a pesar de que podía hacerlo. Deja de escuchar al Señor y sucumbe ante el peligro.
El Señor termina rescatándolo evidentemente, pero lo regaña: ¡Hombre de poca fe! La fe aquí se presenta no como un poder mágico, sino como lo que es: la confianza en el Señor, que nace fruto de la escucha atenta de su Palabra. La fe se vuelve el arma con la que el cristiano se puede enfrentar a cualquier adversidad, sabiendo que su vida es conducida y sostenida por la misericordia infinita de Dios que está presente. Solo aquel que es capaz de escuchar atentamente la Palabra de Dios y dejarse conducir por lo que Dios le dice, es el que puede «caminar sobre las aguas».
En estos momentos difíciles, llenos de incertidumbre, de miedo, de preocupación por la tormenta, el terremoto, la crisis, la persecución, las bombas, la pandemia, etc.; a los cristianos el Señor nos está invitando a escuchar atentamente su Palabra. No olvidemos que Dios está presente ahí, llamándonos, alentándonos, guiándonos en las cosas pequeñas, desde lo escondido. Debemos mostrar la esperanza que es fruto de la fe, ante la situación difícil que estamos viviendo, pues es Dios quien sostiene nuestra vida.
¡Feliz domingo!
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