UNA COMUNIDAD QUE SABE PERDONAR – XXIV DOMINGO DEL T.O (A)

Paúl Fernando Tinoco Mejía

septiembre 12, 2020

Bienvenidos hermanos a la celebración del vigésimo cuarto domingo del tiempo ordinario. Acudimos a nuestro Señor para escuchar su palabra, alimentarnos de su cuerpo y recibir el auxilio de su gracia, para perdonar a quienes nos ofenden. El perdón, es el tema central en el que les invito a reflexionar este domingo.

DIOS SE REVELA POR AMOR

Los capítulos del 26,19-29,28 de Sirácida o Eclesiástico, presentan una reflexión ética de temas como los negocios, diálogos, justicia, guardar secretos, hipocresía, rencor, riñas, chismes y otros. El pasaje bíblico que meditamos hoy, trata el rencor y la ira. La piedad propuesta por el autor, en la primera lectura, es sólida y serena, se inspira en la fe de Israel, conoce el compromiso social, el humanismo genuino y la ética de la justicia y del perdón

Esta reflexión es fruto del conocimiento, que adquirió el pueblo de Israel, a lo largo de su relación con Dios. El pueblo ha descubierto que la única razón por la que Dios, se ha revelado y lo ha escogido, es por amor. Por sus Profetas, comprendieron que, por amor, Dios no cesó de salvarlo, perdonarles sus infidelidades y pecados.

«El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (cf. Os 11,1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos (cf. Is 49,14-15). Dios ama a su pueblo más que un esposo a su amada (Is 62,4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cf. Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más precioso: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3,16)». (CEC 219)

De estas enseñanzas se desprende el amor que debían tener con sus semejantes. No se podía tener una fe, que no se expresara en la vida cotidiana. Si Dios ha perdonado tus infidelidades, como no tener compasión del que te ofende. El salmo proclamado hoy lo expresa claramente. «Él, que tus culpas perdona, que cura todas tus dolencias» (Sal 102,3)

VIVENCIA DEL EVANGELIO EN LAS PRIMERAS COMUNIDADES CRISTIANAS

Seguimos meditando con el evangelio de Mateo, el discurso sobre la vida en la Iglesia. Debemos recordar que el evangelio, más que una biografía de Cristo, es la reflexión de las primeras comunidades sobre las enseñanzas de Cristo; y que los apóstoles escribieron como fruto de estas reflexiones los discursos que recordaban de Cristo, pero reflexionados ya en comunidad.

Probablemente Mateo convierte una instrucción de Jesús, en un diálogo entre él y Pedro, en el que se invierte la narración de la venganza a quien haga daño a Caín, al ser expulsado del paraíso. «Al contrario, quienquiera que matare a Caín, lo pagará siete veces»; «Caín será vengado siete veces, mas Lámec lo será setenta y siete». (Gn 4,15.24)

Algunas recomendaciones sobre el perdón que dio Jesús son: «y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. Que si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, les perdonará también a ustedes su Padre celestial; pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre perdonará sus ofensas». (Mt 6,12.14-15). Estas enseñanzas que parten de la oración del Señor, son las que el mismo evangelista ha transformado en un dialogo, para hacer las palabras del Señor, más viva en su comunidad.

EL EVANGELIO VIVIDO HOY

Nuestra Iglesia Católica ha escrito y predicado mucho sobre el perdón. A pesar de ello, a diario encontramos anti testimonios por parte de cristianos, que responden con violencia, ira, venganza. Desprestigian a los demás, por una deuda o falla, que puede ser moral o económica. Provocan escándalos en la sociedad, sin agotar primero, todos los medios posibles para llegar a una solución.

A pesar de ellos, Dios no se cansa de darnos oportunidad a todos para cambiar, ser mejores cada día, y transformar nuestras familias, barrios y ciudades. Preparando a cada hombre para su encuentro definitivo con el Señor. Porque al perdonar las ofensas de otros, permitimos que la misericordia de Dios se desborde en nosotros y entremos al reino, en la hora de la muerte.

No podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano a quien vemos (Cf. 1 Jn 4, 20). Sin ofrecer perdón a los demás, no seremos capaces de aceptar a un Dios que perdona cualquier falta. Las fuerzas para perdonar, son dadas por el Espíritu de Dios. Es imposible imitar con nuestras fuerzas humanas este modelo divino. Para tener los mismos sentimientos de Cristo, es necesario participar de la santidad, misericordia y en el amor de nuestro Dios. Pidamos hermanos el auxilio del Espíritu Santo.

PERDONAR NO SIGNIFICA OLVIDAR

«No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión». (Cf. CEC 2843). Se recuerdan las heridas, no para abrirlas, sino para curarlas y aprender del pasado. No cabe el borrón y cuenta nueva, hay que reconciliar y sanar, si es necesario a través de la justicia.

Alguien agredido injustamente, tiene derecho a defenderse. Cuando está en peligro la vida de la persona, tiene el derecho a la legítima defensa. Siempre y cuando la justicia impartida sea proporcionada y cumpla las siguientes condiciones: se hayan agotado los métodos posibles para la solución del problema; el agresor no atienda a las razones que el agredido trate de darle; que la defensa no traiga como consecuencia un mal mayor que el que se defiende. (Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 500). Estas condiciones aplican también para la legítima defensa de una nación cansada de tiranos.

PERDONAR NO ES COBARDÍA

Todos llevamos en nuestro interior el impulso por la preservación de nuestra vida. Pero quién se decida a no responder con violencia, no es que sea un cobarde. Sí en cambio, da una sonrisa, perdón, comprensión; es más fuerte quien ha sido golpeado, que quien ha golpeado. El hombre que no responde con la violencia irracional, se deja orientar por los principios del amor, la paz y el perdón.

Pensemos en tantos mártires de nuestra iglesia, no era que les faltara valor. Sabían que, siendo asesinados, eran más fuertes que sus perseguidores. Muchos que miraban, la convicción y entrega de los mártires se convertían al Evangelio. Murieron igual que nuestro maestro, pidiendo el perdón de sus verdugos.     

La opción que han tomado muchos fanáticos en nuestra sociedad, de convertir la violencia en un estilo de vida, cegados por ideologías. Piensan que las cosas no se pueden arreglar más que por la violencia, les decimos que no es el camino de la racionalidad y que todas esas manifestaciones de violencias irracionales, no pueden ser aprobadas por Dios.

Bendecida semana en el Señor hermanos.

Si 27, 30 – 28, 7

Sal 102, 1bc-2. 3-4. 9-10. 11-12

Rm 14, 7-9

Mt 18, 21-35

Paúl Fernando Tinoco Mejía

Presbítero de la Diócesis de Matagalpa-Nicaragua. Rector del Seminario Mayor San Luis Gonzaga de la Diócesis de Matagalpa.

Te puede interesar leer esto

0 comentarios

Deja un comentario