Bienvenidos hermanos a esta celebración de la Pascua del Señor. Somos llamados por el Señor para trabajar en su viña, que es su Iglesia en medio del mundo. No para alejarnos de la sociedad que no comparte nuestra fe, si no para iluminar con la luz del Evangelio, todas las estructuras y realidades circundantes. La liturgia de la Palabra de este domingo nos invita, a ser conscientes que Dios camina con su pueblo y quiere que todos nos salvemos.
DIOS CERCANO AL PUEBLO
La primera lectura tomada del libro de Isaías, manifiesta la invitación final que el profeta, hace al pueblo para que, busquen al Señor (Cf. Is 55,6). Los especialistas en Sagradas Escrituras nos explican, que se trata de la conclusión del conocido segundo Isaías. O la segunda parte de las tres, que componen todo el libro. Por lo tanto, el pueblo de Israel se preparaba para regresar del exilio, al que había sido sometido por el rey Nabucodonosor y deportados a Babilonia. Jerusalén estaba destruida y habría que reconstruirla. Nos podemos ubicar en el posexilio tras el edicto de Ciro en el 538 a.C.
Su exhortación estimula a volver a Palestina a los hebreos, ya asentados en Babilonia durante su largo destierro. Pensemos en muchos Israelitas acomodados a las costumbres extranjeras, muchos perdieron la esperanza, en la alianza que Yahvé hizo con sus antepasados. Dejaron de practicar la ley y los mandatos que Dios les dio. «Que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón» (Is 55, 7).
El pueblo vio en la liberación de Ciro, rey persa, un nuevo signo de la salvación. Dios actúa nuevamente en la historia. La fe significa también reconocer en el presente, la intervención de Dios a favor del pueblo, que actúa por medio de personas concretas en algunos momentos. En otras ocasiones, esta intervención de Dios, la reconocemos en muchos ciudadanos conscientes, que buscan vivir con dignidad.
Con estas palabras, el Profeta Isaías exhorta a sus contemporáneos y a cada uno de nosotros, a no dejar nunca de buscar al Señor, de anhelarlo, pero, sobre todo, nos exhorta a reconocer la presencia del Señor que está cerca. Está en el marginado, exiliado, hambriento. Está en los niños indefensos, jóvenes y hombres expuestos al peligro de gente enferma por el pecado. Debemos reconocer la presencia de Dios en el otro, para no violar sus derechos, ni quitarles la vida. Tenemos la responsabilidad como el nuevo pueblo de Dios, de salvaguardar y proteger a los indefensos.
DIOS PRESENTE EN SU PUEBLO
«Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes» (Is. 55,9). Lo más lejano, lo más inimaginable para los hombres, Dios lo cumplió: se hizo hombre. La Presencia de Cristo salvador, muerto y resucitado, permanece en el tiempo a través del extraordinario Misterio de la Iglesia. Ésta es el Cuerpo de Cristo Resucitado, y unido a su Cabeza, continúa la Obra de anuncio y de Salvación.
El Señor se deja encontrar en la Palabra proclamada hoy, en cada hombre y sobre todo, en la Santísima Eucaristía, en la cual está la presencia humano-divina de Cristo Resucitado. En los Sacramentos encontraremos la gracia necesaria, para ser felices, dejar los vicios, buscar el bien común y para decir como san Pablo «Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia» (Flp 1,21).
DIOS BUSCA A SU PUEBLO
Este domingo, continuamos meditando el evangelio de Mateo, en su cuarto discurso sobre la vida en la Iglesia. Presenta una parábola conocida comúnmente como los obreros de la viña; también podemos titularla como: Parábola del hacendado que quería que todos tuvieran trabajo. el propietario salió cinco veces, actitud que refleja su preocupación, pendiente que los campesinos desempleados, tuvieran trabajo y sustento. «Nadie nos ha contratado» (Mt 20, 7), quieren trabajar, pero sufren la maldición del desempleo; su ociosidad no es holgazanería. El trabajo es considerado más honorable que no hacer nada.
Otros detalles que resalta en la parábola son: el hacendado que sale a buscar a la gente, era normal que usara intermediarios. Este hacendado vivía en la zona de los campesinos, normalmente vivían en las grandes ciudades. Estos detalles reflejan al Dios cercano, presente y en búsqueda de su pueblo, para que tengan lo necesario para vivir. El Pago de los viñadores es un denario, lo suficiente para que una familia pobre pueda vivir con dignidad.
EL MENSAJE DE HOY
Un primer mensaje de esta parábola es que el propietario no tolera, el desempleo. Por eso la Iglesia no tolera este tipo de injusticia, cuando los gobiernos no promueven el trabajo justo para todos los hombres. También en nuestra Iglesia, hay mucho trabajo que hacer, no podemos estar de perezosos. Ser llamados ya es la primera recompensa; poder trabajar en la viña del Señor, ponerse a su servicio, colaborar en su obra, constituye un premio inestimable, que compensa toda fatiga.
Pero eso sólo lo comprende quien ama al Señor y su reino; por el contrario, quien trabaja únicamente por el jornal nunca se dará cuenta del valor de este inestimable tesoro. Es evidente que este denario representa la vida eterna, don que Dios reserva a todos. Más aún, precisamente aquellos a los que se considera últimos, si lo aceptan, se convierten en los primeros, mientras que los primeros pueden correr el riesgo de acabar últimos.
ABIERTOS A LA MISERICORDIA DEL SEÑOR QUE QUIERE LA SALVACIÓN DE TODOS
Al atardecer, se les debe pagar, el administrador les paga, empezando por los últimos hasta los primeros, para que se den cuenta como paga a los últimos. Es una parábola escandalosa, nosotros estamos acostumbrados a amar al que nos ama, damos a cada quien lo que pensamos que se merece, el Señor rompe todos estos esquemas. Va más allá de los esfuerzos, según nuestros cálculos y estereotipos.
Dios quiere dar a cada hombre lo suyo, ofrece la salvación. Jesús refleja la generosidad y bondad de Dios, su amor por el más necesitado, no a un espíritu de venganza. No podemos seguir predicando un Dios justiciero. Un Dios que me paga si hago el bien, el Señor no paga, el da siempre en modo gratuito.
Tenemos que colocarnos delante de Dios con infinita confianza. Él no obliga con normas, leyes, ritos, su satisfacción es que vivamos a plenitud, con dignidad. El mensaje central de la parábola es: Reconocer que Dios es bueno y actúa según su bondad. Muchos se quedan sin ir a la viña; o estando en la viña, viven como esclavos, cumpliendo lo superficial y no se han dejado amar por el Señor, ni aman a sus hermanos.
Cuando aceptamos la invitación del Señor, inmediatamente empezamos a ser objetos de su amor privilegiado, el que se cierra al amor, a la bondad, se cierra a la vida. Nos invita a que nunca desvirtuemos el misterio de amor que es Dios. Yo soy Bueno (Cf Mt 20, 15): es uno de los mejores adjetivos que define a Dios. El Señor es bueno. El señor no está preocupado por los méritos que hacemos, sino por las necesidades que tienen todos sus hijos.
Feliz Semana.
Is 55, 6-9
Sal 144, 2-3. 8-9. 17-18
Flp 1, 20c-24. 27a
Mt 20, 1-16
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