LLAMADOS A LA CONVERSIÓN Y EL SERVICIO SINCERO – XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

Paúl Fernando Tinoco Mejía

septiembre 27, 2020

Bienvenidos hermanos a escuchar la Palabra del Señor y alimentarnos del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Estamos invitados al arrepentimiento de nuestro mal camino, a refugiarnos en la misericordia del Señor cada vez que caigamos en un pecado, levantarnos y seguir adelante en el servicio de Cristo y su Iglesia.

SOMOS RESPONSABLES DE NUESTROS ACTOS

Leyendo todo el capítulo dieciocho del profeta Ezequiel, nos damos cuenta de algunos, de los errores doctrinales, que estaban presentes en la mentalidad del Israelita. Uno de ellos es: acusar a Yahvé de injusticia, diciendo que castigaba en los hijos los pecados de los padres. Esto lo reconocemos al leer el versículo: «¿Por qué andan repitiendo este proverbio en la tierra de Israel: ¿Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera?» (Ez 18,2)

El profeta responde a estos Israelitas que no es Yahvé injusto, sino que cada quien es responsable de sus actos: «Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa del mal que ha cometido muere. Y si el malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el derecho y la justicia, conservará su vida». (Ez 18, 26-27).

La crisis es provocada por el destierro que sufrió el Pueblo de Israel, en el año 587, en que la ciudad de Jerusalén fue destruida, para los compañeros de destierro la noticia marcó, el final de las esperanzas y también de la fe en el Dios de los padres. El profeta anunciará su seguro renacimiento. desde ahora Dios no volverá ya a castigar en los hijos los pecados de los padres. Ni en los padres las culpas de los hijos.

Incluso no tendrá en cuenta el pasado culpable o justo de cada fiel, sino que juzgará basándose en el comportamiento actual, respecto a la voluntad divina. Así pues, todos tienen la posibilidad de resurrección y de salvación. Y en esta perspectiva es que les invito a leer este texto, en clave de salvación o condenación. Nuestras obras son las que traen como consecuencia, alejarnos completamente de Dios; o permanecer en intima comunión con Él.

TEOLOGÍA DE LA RETRIBUCIÓN

Como cristianos, sabemos que la llamada teología de la retribución, no es correcta. Ésta enseña que, si nos portamos bien, el Señor nos va a bendecir; de lo contrario, solo atraeremos males hacia nuestra vida. Por experiencia reconocemos que a veces, gente muy buena, no se libra de los problemas y adversidades que podemos enfrentar en el mundo; y hay gente que está actuando mal, sin embargo, les va siempre bien.

Jesús cuando nos invita a seguirle, no nos miente, Él enseña que el camino será difícil. Encontraremos  persecuciones, calumnias, reproches; pero seremos felices por hacer la voluntad de Dios. «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados serán cuando los injurien, y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes». (Mt 5, 10-12).

No esperemos siempre premios y dádivas, por servir al Señor. Las autoridades del pueblo de Israel, no aceptaron el mensaje de Juan y Jesús porque, ellos les hicieron ver lo injusto y opresivo, que era para los débiles y oprimidos, los sistemas que usaba la religión y el gobierno. Como creyentes llamados a dignificar la persona, encontraremos obstáculos muchas veces, dentro de la sociedad y hasta dentro de la Iglesia.

OBRAS, CONVERSIÓN Y FE. NO BASTAN LAS PALABRAS.

En el Evangelio encontramos la enseñanza sobre dos hijos y un Padre. Cuando el Padre les invita a trabajar en la viña, el primer hijo responde: «“No quiero”. Pero después se arrepintió y fue» (Mt 21,29). El otro, sin embargo, dijo al padre: «“Voy, señor”. Pero no fue» (Mt 21,30).  «El primero» fue quien cumplió la voluntad de Dios (Mt 21,31). El mensaje de la parábola está claro: no cuentan las palabras, sino las obras, los hechos de conversión y de fe.

Jesús dirige el mensaje a los expertos en religión de su pueblo, ellos son los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo de Israel. ¿Qué pasaría con ellos, para qué Jesús les haga esta afirmación?: «En verdad les digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios». Lamentablemente las autoridades religiosas decían muchas cosas sobre la ley, pero hacían poco el bien. De ellos llegó a decir Jesús: «Hagan, pues, y observen todo lo que el les diga; pero no imiten su conducta, porque dicen y no hacen». (Mt 23,3)

Como el segundo hijo, muchos judíos practicantes de la ley, habían dicho primero si a la voluntad de Dios, pero luego su religiosidad se vuelve pura rutina. Pierden la capacidad de asombro. Dios ya no les dice nada nuevo y se han quedado estancados en una religión que, antes de ayudar a otros a encontrarse con Dios, más bien, alejaba o ponía cargas muy pesadas sobre quienes practicaban la religión.

En la actualidad podemos traducir la frase que menciona Jesús sobre los publicanos y las prostitutas, como: «Los agnósticos que no encuentran paz por la cuestión de Dios; los que sufren a causa de sus pecados y tienen deseo de un corazón puro, están más cerca del Reino de Dios que los fieles rutinarios, que ven ya solamente en la Iglesia el sistema, sin que su corazón quede tocado por esto: por la fe». (Benedicto XVI, Homilía, 25-09-2011)

¿ENTONCES ES MEJOR NO SERVIR EN LA IGLESIA?

Debemos seguir sirviendo al Señor, la intención de esta Palabra es hacernos reflexionar ¿acaso es nuestra postura en la Iglesia hipócrita? Sin el servicio de los fieles en nuestra Iglesia, nos veríamos privados de tantas obras de caridad. De esos fieles que ponen generosamente a disposición su tiempo y sus fuerzas para las tareas de voluntariado en la Iglesia. Claro está, que el servicio debe ser de calidad. Por tanto, es importante la preparación de aquellos que, estarán al frente de enseñar la recta doctrina de la fe.

«Pero en el espíritu de la enseñanza de Jesús se necesita algo más: un corazón abierto, que se deja conmover por el amor de Cristo, y así presta al prójimo que nos necesita más que un servicio técnico: amor, con el que se muestra al otro el Dios que ama, Cristo. Entonces, también a partir de Evangelio de hoy, preguntémonos: ¿Cómo es mi relación personal con Dios en la oración, en la participación en la Misa dominical, en la profundización de la fe mediante la meditación de la Sagrada Escritura y el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica? Queridos amigos, en último término, la renovación de la Iglesia puede llevarse a cabo solamente mediante la disponibilidad a la conversión y una fe renovada». (Ibidem)

Pidamos a Dios el ánimo y la humildad de avanzar por el camino de la fe, de alcanzar la riqueza de su misericordia y de tener la mirada fija en Cristo, la Palabra que hace nuevas todas las cosas, que para nosotros es «Camino, Verdad y Vida» (Jn 14,6) Amén.

Feliz domingo.

Ez 18, 25-28

Sal 24, 4bc-5. 6-7. 8-9

Flp 2, 1-11

Mt 21, 28-32

 

 

Paúl Fernando Tinoco Mejía

Presbítero de la Diócesis de Matagalpa-Nicaragua. Rector del Seminario Mayor San Luis Gonzaga de la Diócesis de Matagalpa.

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