Bienvenidos hermanos al encuentro con Cristo vivo, en su Palabra, en su Cuerpo y en su Sangre. Este domingo es muy especial para la Iglesia, pues celebramos a nuestro Señor Jesucristo, en la persona de todos los santos, no solo a aquellos que han sido canonizados a lo largo de la historia. También recordamos a tantos hermanos nuestros, que fueron gran testimonio para nosotros. Celebrar la Solemnidad de todos los hombres y mujeres, amigos de Jesús, es un recuerdo para nosotros: La santidad es posible y el mundo está necesitado de santos.
Lee las lecturas que inspiraron esta reflexión de la Palabra acá:
HOMBRES DÉBILES, FUERTES CON EL SEÑOR
En la primera lectura escuchamos un número determinado de siervos de Dios que logran la salvación: ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus del pueblo de Israel (Cf. Ap 7,4), este número simbólico, representaba la totalidad del pueblo de Israel. No se puede interpretar el pasaje bíblico de forma literal. Pensemos que todos somos llamados a la santidad y por ende a la salvación, sin excepción alguna. Al mismo tiempo ayudar a que otros sean santos.
Los santos eran de nuestra misma naturaleza frágil, pecadores, fueron tentados continuamente, pero su confianza estaba puesta en el Señor. «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del cordero» (Ap 7,14). Los santos supieron iluminar con el evangelio sus realidades y son testimonios de fe para todo creyente. Se dejaron impregnar con la gracia que trasmiten los sacramentos, se alimentaron siempre de la fuente de agua viva que es la Eucaristía.
Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad. (PP. FRANCISCO, GAUDETE ET EXULTATE, 7).
ROMPER CON EL PECADO
La segunda lectura propone una de las condiciones, para vivir en la esperanza de un encuentro definitivo con Dios: este es la ruptura con el pecado. «Todo el que tiene esta esperanza en Él se purifica, porque Él es puro» (1 Jn 3,3). Como solemos recordar: No hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro. En algún momento de sus vidas, estos hombres y mujeres se encontraron con la persona de Cristo, lo cual implicó una toma de decisión fundamental, para sus vidas.
Vivir como hijos de Dios, implica un camino constante de conversión, camino que está acompañado por el dolor, a veces incomprensión, soledad, críticas. Los santos perdonaron a sus verdugos, anhelaron los bienes del cielo. Trataron de renunciar a los pecados capitales, como la soberbia y vivieron con humildad; dejar la avaricia y ser generosos; apartarse de la lujuria y guardar la castidad. Leer sus testimonios nos ayudarán muchas veces a vencer la ira y ser más pacientes; evitar la gula y practicar la templanza; dejar la envidia y ser caritativos; abandonar la pereza y ser más diligentes.
PIDAMOS AL SEÑOR VIVIR LAS BIENAVENTURANZAS
El Evangelio presenta las llamadas bienaventuranzas, ese camino de santidad que podemos estar recorriendo sin aprovechar sus beneficios. Porque no nos damos cuenta que el dolor, la enfermedad o cualquier tribulación, la podemos convertir con la gracia del Señor, en camino de santificación propio o en favor de otros. El camino de las bienaventuranzas no se realiza con nuestras propias fuerzas o voluntad, debemos pedirlo en oración porque solo Dios nos lo puede conceder.
Jesús anuncia de entrada el estilo de vida, que se hace presente con la llegada del Reino. La instauración del Reino de Dios requiere un nuevo modo de vivir: Disponibilidad para el servicio y con la confianza sólo en Él, esto significa pobreza de espíritu. Los mansos o humildes, los que lloran, aquellos que tienen hambre y sed de justicia, esperan que Él manifieste su Reino y colme sus esperanzas. Es la felicidad que poseen aquellos que acogen la voluntad de Dios sinceramente.
Las primeras cuatro bienaventuranzas, constatan situaciones que viven los creyentes. Las siguientes proponen actitudes que debemos vivir: Ser misericordiosos para vivir en comunidad, el corazón limpio para vivir con intenciones rectas y auténticas, sin doble vida, ni engañando. Trabajar por la paz, ayudando a reconciliar a los hermanos. Permanecer firmes en la persecución, porque así alcanzaremos el Reino de Dios.
EL MUNDO NECESITA DE SANTOS
«Pero te recuerdo que no serás santo y pleno copiando a otros. Ni siquiera imitar a los santos significa copiar su forma de ser y de vivir la santidad: Hay testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros. Tú tienes que descubrir quién eres y desarrollar tu forma propia de ser santo, más allá de lo que digan y opinen los demás. Llegar a ser santo es llegar a ser más plenamente tú mismo, a ser ese que Dios quiso soñar y crear, no una fotocopia». (PP. Francisco, “Christus Vivit”, 142).
Una buena oración al levantarnos cada día sería: Señor ayúdame a ser santo en este día. Necesitamos políticos santos que antepongan sus intereses particulares para buscar el bien común. Matrimonios santos que eduquen a sus hijos en el amor, se amen para toda la vida y acompañen a sus hijos a cumplir sus metas.
Dios quiere jóvenes santos que no les importe ser la burla de otros, por optar vivir en castidad, tener carácter, tomar la decisión de optar por la familia tradicional, defender la vida desde su concepción hasta su muerte natural. Maestros santos que animen a los jóvenes a no seguir intereses mezquinos, el apego a lo material u obtención de poder para dominar, cultivar valores necesarios para enfrentar las diferentes crisis en que se puede encontrar el país.
Sacerdotes y Religiosos santos que sigan buscando ardientemente la salvación de muchas almas. Necesitamos santos en cualquier ámbito social, para que juntos construyamos la civilización del Amor. Bendecido domingo.
Bendiciones muy hermosa la enseñanza me encanta que Dios siga bendiciendoles más espiritualmente para que nos sigan alimentando cada día con sus conocimientos ,que nuestro señor Jesucristo les de mil bendiciones.
Muchas gracias por leer esta reflexión. Dios te conceda las gracias necesarias para alcanzar la santidad. Bendiciones.