Dios se hace presente en una familia – Solemnidad de la Sagrada Familia (B)

Juan Carlos Rivera Zelaya

diciembre 26, 2020

Queridos hermanos. Una vez más el Señor nos permite vivir este hermoso tiempo de Navidad. La Navidad es quizás uno de los momentos más importantes en la historia humana, durante cada año. Y aunque en el calendario litúrgico es la segunda fiesta más importante, solo superada por la Pascua del Señor, para el mundo entero – por su riqueza, ternura y la alegría que de ella se desprende – se ha vuelto la fiesta por antonomasia. Cuando pensamos en una fiesta tierna y cariñosa, pensamos en Navidad.

Hoy, la liturgia nos permite, en medio de este tiempo de Navidad, dirigir nuestra mirada hacia el misterio de la Sagrada Familia de Nazareth. El Dios, cuya esencia es ser uno en la familia de 3 personas, por el misterio del Verbo encarnado, ha decido participar de la condición humana, también involucrándose en la Familia de Nazareth. El Verbo pudo encarnarse de muchísimas formas, pero decidió hacerlo en una familia.


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Lecturas


En una familia

La Navidad tiene una característica que la hace diferente de todas las otras fiestas: celebramos el nacimiento del Hijo de Dios en el seno de una familia humilde y sencilla de Nazareth. Esta familia, como cualquier otra, compuesta por dos padres jóvenes e inexpertos, inmersos en la cultura y tradición de su tiempo, se aventuran en la gran misión de cualquier hombre y cualquier mujer: ser colaboradores con Dios en la donación de la vida.

En efecto, cada hombre y mujer, al unirse en una familia, permiten que por medio del misterio del amor que se profesan, crezca y germine la vida. Es por medio de este amor, que Dios actúa en la historia de cada persona. Es en la familia, donde Dios se presenta con sus bondades a través de la enseñanza de un padre, con su ternura a través del cuidado de la madre, del cariño fraterno a través de la amistad con los hermanos. Es en la familia donde el misterio del amor trinitario se manifiesta en su esplendor. Dios mismo, en su interior, es una familia.

Una familia sencilla

Dios al encarnarse, también tenía que mostrarnos cómo se vive en una familia. Escogió como padre a un sencillo, humilde y justo carpintero de Belén y a una doncella amable y pura de Nazaret para ser su madre. Pudo escoger a un rey poderoso o a una princesa reconocida, pero su grandeza sobrepasa nuestro entendimiento: escogió lo más insignificante para el mundo, para mostrarnos que allí – en la sencillez y la humildad – se manifiesta el amor más puro, el amor que Dios quiere mostrarnos.

Hoy, en medio de esta sociedad en la que vivimos, tan necesitada de amor y de atención, el mundo no dirige su mirada hacia la sencillez del amor manifestado en el portal de Belén, en el icono de la Familia de Nazaret. Mas bien, el mundo dirige su mirada al poder, el tener, el placer, a la apariencia, a lo espectacular, a lo grandioso, al espectáculo, a lo gigantesco. Incluso nosotros los cristianos, nos interesamos por “las cosas grandes del mundo”, y nos alejamos de lo que Dios nos ofrece: un amor que se manifiesta en lo sencillo y en lo humilde.

Por eso, en ese interés por buscar lo novedoso, por buscar lo grande, por ir tras de lo que está de moda, nos olvidamos incluso de lo esencial: que tenemos una familia. Insisto que incluso nosotros los cristianos, a veces nos olvidamos de eso: que el amor de Dios se manifiesta en nuestra propia familia. Hoy nos interesamos más por los títulos universitarios que tenemos, las casas, propiedades y carros que poseemos, el vestido y maquillaje que usaremos, el nuevo celular que estrenaremos; pero nos olvidamos de agradecer el gesto y cariño que nuestra madre o padre han tenido con nosotros, o de abrazar y cuidar a nuestros hijos.

La importancia de la familia

Vivimos, tristemente en una sociedad que quiere destruir la familia. Y no solo por el hecho de que haya movimientos políticos e ideologías que quieren trastocar el proyecto original y natural de la misma, sino porque desde la Ilustración, todas las aspiraciones del hombre se vuelven un deseo de satisfacer los proyectos individuales. Importa lo que le pasa al individuo, al sujeto, pero no a la familia. La familia, la comunidad primaria, no es importante. Dios hoy nos dice, que para Él sí es importante la familia, pues su misión no se hubiera realizado sin haber contado con una. Dios nos muestra cómo se es verdaderamente hombre, pues en Jesucristo, él nos dice que el hombre está hecho para vivir no individualmente, sino en familia.

Este es el gran mensaje de la Navidad. Nos centramos en el misterio de un Dios hecho hombre, hecho carne, en el seno de una familia, con una madre y un padre. No nos fijamos en lo superfluo, en lo que sobra, en lo secundario; sino en lo esencial: el amor que se manifiesta en la familia. Dios quiere mostrarse cercano en el misterio de la familia, pues Él mismo es familia.

Dios se hace presente en la familia

Lamentablemente, muchos hombres y mujeres, sobre todo niños, sufren hoy por estar separados de sus familias a causa de la guerra, el hambre, la inmigración, la pobreza, el narcotráfico, la pandemia del COVID, etc. Muchos otros, han despedido a sus seres queridos, y otros tantos sufren por ellos en un hospital. ¡Qué hermosa bendición el poder contar con una familia en este tiempo, aun en medio del dolor y la tristeza! ¡Qué alegría, poder tener esperanza, en medio de la adversidad! Porque eso, es lo que realmente se vive en la familia.

Me atrevo a decir, sin temor alguno, que así como en el misterio de la Sagrada Familia de Nazareth se hace presente Dios trayendo amor y esperanza; por la fe en ese misterio, así en cada familia cristiana también se hace presente el Dios encarnado. Y si nos trasladamos a la Iglesia, nos daremos cuenta que también, en esta hermosa familia de los hijos de Dios, por el misterio de la Eucaristía, se hace presente en el pan consagrado el mismo niño que ha nacido en Belén.

Celebremos pues, esta fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, agradeciendo en primer lugar por nuestras propias familias, por sus virtudes y defectos, por sus logros y adversidades. Recemos por aquellas familias que pasan momentos duros, del tipo que fuesen. Recemos de una manera especial, por aquellos que están sin la protección de una familia, y fundamentalmente, al acercarse la fiesta de los santos Inocentes, por aquellos que no son bienvenidos en una familia y son descartados incluso antes de nacer.

Dios bendiga a las familias.

 

Juan Carlos Rivera Zelaya

Sacerdote de la Diócesis de Jinotega - Nicaragua. Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad de Navarra - España. Fundador del blog Paideia Católica sobre formación católica

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