Echó a todos del templo, ovejas y bueyes – III Domingo de Cuaresma (B)

Juan Carlos Rivera Zelaya

marzo 6, 2021

Queridos hermanos: estamos ya a la mitad de la cuaresma, un tiempo que nos ayuda a hacernos preguntas y a plantearnos un alto en nuestra vida para continuar el camino. Como decía el primero domingo de cuaresma, la Iglesia nos invita a cuestionarnos, a interiorizar, a ponernos en crisis para discernir qué es lo que quiero con mi vida, y qué espera Dios de mi vida. En esto consiste una religión (del latín religare que significa relación), porque cuando yo soy religioso confío y espero que otro conduzca mi vida.

El mensaje de Jesús en su Evangelio es que Él viene a ofrecernos nueva religión que esté basada en un culto «en espíritu y en verdad» (Jn 4,23). No un culto, ni una religión que se base en la relación con dioses e ídolos falsos, sino con el Verdadero y Único Dios que se implica en la historia del pueblo de Israel y en la historia de mi vida. La misión de Jesús consiste en purificar la religión de todo aquello que la haga idolátrica, es decir, que no ponga su mirada en lo real, en lo verdadero, en lo trascendente, es decir en Dios; y se centre solo en lo accesorio o inclusive fantasioso.

 


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Lecturas


Jesús un radical

Por eso, en el episodio del Evangelio de hoy, que está tomado el inicio del evangelio de san Juan (cf. 2, 13-25), vemos a Jesús en una fiesta religiosa (la Pascua), subiendo a una ciudad ícono de la religión judía (Jerusalén), entrando a un lugar religioso (el templo). Y quizás el lector del Evangelio se asombre por la actitud de Jesús en este lugar, porque estamos acostumbrados, por la cultura actual, a imaginarnos a un Jesús hippie de paz y amor. Jesús toma un azote y expulsa a todos (el evangelista subraya sobre todo a los animales: ovejas, bueyes y palomas). Esta actitud nos parece revolucionaria y radical, y lo es, no en el sentido político y económico –como también nos lo ha vendido la exégesis político cultural– sino en el sentido verdadero: radical.

Cuando Dios se acercó al pueblo de Israel, para fundar un pueblo santo, dejó una ley cultual que estaba basada principalmente en la adoración a Dios «en espíritu y en verdad», que no necesitara de intermediarios (como los animales o los ídolos) para ofrecer su misericordia. Lo hemos escuchado en la primera lectura: «tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y guardan mis preceptos». Jesús es un revolucionario y un radical, en el sentido que va a la raíz, y le recuerda al pueblo judío que su religión se ha olvidado del amor y la misericordia de Dios, de cumplir los mandamientos del Señor, de escuchar su Palabra, de la oración; y se ha centrado en el cumplimiento de ritos y costumbres que no interpelan el corazón del hombre que no lo ponen en contacto real, verdadero y existencial con Dios.

Ídolos

Por eso Jesús le pide a los que están en el templo que no conviertan la casa de su Padre en un mercado. La religión se había centrado tanto en lo accesorio (el sacrificio de los animales), que incluso un ídolo muy peligroso se había apoderado de ella: el dinero. Esto es un peligro para todas las religiones del mundo, y sí también para el cristianismo. Desvirtuar la religión es muy sencillo, porque es muy sencillo olvidarse de Dios en toda actividad humana y poner en su lugar a otra realidad (un ídolo). Jesús nos pide actitud de conversión, nos pide renovar nuestro vínculo (religión) con el único y verdadero Dios.

Esto Él lo puede realizar en tres días. Estas palabras nos recuerdan principalmente su misterio pascual (su pasión, muerte y resurrección). También nos recuerdan, que la religión que Jesús funda, esa que es «en espíritu y en verdad», está fundada sobre Él mismo. Porque Él va a reconstruir el templo de su cuerpo (una nueva forma de tener vínculo con Dios). Quien lo siga a Él y ya no a ídolos, ni ideologías, ni intereses económicos, ni bienestares, incluso cosas buenas como ritos, costumbres o normas (que son importantes pero secundarias); quien lo siga a él, podrá realmente tener una relación con Dios «en espíritu y en verdad».

Escuchar la Palabra

 La religión de Jesús se centra en el vínculo de amor que se establece entre la persona humana con las otras personas humanas, en el amor del Padre y el Hijo y el Espíritu Santo: esto es la Iglesia. La comunidad de Jesús es un misterio enorme de comunión en el que prima escuchar siempre la Palabra del Padre en el amor del Espíritu Santo. Tal como lo decía el salmo: «Señor, tú tienes palabras de vida eterna».

Pensemos en esta cuaresma: ¿acaso yo he dejado de escuchar a Dios y he transformado mi religión en un ídolo que me aparta del verdadero culto de Dios? Eso lo hicieron los israelitas y pasa muchísimo en la Iglesia católica, más de lo que debería pasar. Solo basta vernos las caras en una Eucaristía y notar quién viene porque va a encontrarse con Dios y quién viene porque tiene que cumplir con un rito, lo mismo que hace dos mil años, para comprar una paloma para sacrificarla en el templo. Los segundos, esos que podemos ir solo por cumplir, tienen la oportunidad de unirse a Jesús para destruir esa religión y convertirse a la religión en «espíritu y en verdad».

Renovarme

Pero para eso es necesario pasar por los tres días del misterio pascual. Es necesario renovar nuestro bautismo y resucitar a un hombre nuevo con Cristo. Eso lo podemos hacer, participando activamente en lo que queda de la cuaresma, y renovando nuestro bautismo a través del Sacramento de la penitencia. También, viviendo una vigilia Pascual adecuada donde quien se entregue en esa celebración de la Resurrección sea Cristo presente en el pan consagrado, pero también yo con toda mi vida entera, para que, junto a Él y a la Iglesia, yo tenga una nueva vida.

Todavía estamos a tiempo de retomar, reiniciar o empezar el camino de la Pascua para alcanzar una verdadera conversión. Dios no quiere que cumplamos con preceptos de una religión, quiere que en primer lugar tengamos una relación con Él para que esos preceptos religiosos tengan verdadero sentido. De ninguna manera digo aquí que ir a misa, rezar el rosario o leer la Biblia no tengan un significado para nuestra vida espiritual, pero si en eso no prima una relación con Dios, significa que lo primordial e importante no está sucediendo.

Buen domingo.

Juan Carlos Rivera Zelaya

Sacerdote de la Diócesis de Jinotega - Nicaragua. Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad de Navarra - España. Fundador del blog Paideia Católica sobre formación católica

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