Ustedes son testigos – III Domingo de Pascua (B)

Testigos del Resucitado

Juan Carlos Rivera Zelaya

abril 18, 2021

Feliz tercer domingo de Pascua. Los cristianos seguimos de fiesta, pues el gran acontecimiento de la resurrección resuena en la liturgia y en la vida de cada seguidor del Resucitado. El encuentro con la persona de Jesucristo resucitado renueva la alegría y la esperanza, en medio de las dificultades de cada hombre y mujer. Ese es el motivo de nuestra alegría y el motivo de la fiesta.

Nos reunimos como comunidad creyente para celebrar esta gran victoria de Jesucristo sobre la muerte y el pecado. Y cuando nos reunimos lo hacemos como comunidad creyente para dar testimonio de que también nosotros recibimos, estamos recibiendo y recibiremos en plenitud, esta victoria definitiva de la Vida y la Verdad sobre el pecado y la muerte. Cada vez que celebramos la Eucaristía somos testigos del Resucitado.


Puedes leer las lecturas que inspiraron esta reflexión aquí:

Lecturas


Son testigos

El evangelio de san Lucas de este domingo (cf. Lc 24, 35-48) nos presenta una escena significativa, que sigue la misma idea de la catequesis de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35). El Resucitado se aparece a los discípulos, se pone a comer con ellos, les explica las Escrituras. Este relato nos recuerda a una Eucaristía, esa celebración en la que igualmente se nos explica las Escrituras, hay un alimento de salvación y el mismo Jesús Resucitado se hace presente en medio de la comunidad de discípulos.

También en el final del Evangelio de este día, hay unas palabras que son muy elocuentes: «Ustedes son testigos de esto» (Lc 24,48). El final de la Eucaristía, asimismo, tiene unas palabras parecidas. El sacerdote presidente nos dice: «Itte missa est» (literalmente traducido significa: «Váyanse, han sido enviados»). Tanto en el Evangelio de hoy como la Eucaristía que celebramos cada domingo nos invita a ser testigos, nos envía a una misión. ¿Por qué?

Testigos del Resucitado

El encuentro con Cristo Resucitado nos convierte automáticamente en testigos del Resucitado. Ese encuentro con Cristo, que experimentaron los discípulos y que experimenta cada cristiano domingo a domingo (o diariamente), produce un cambio sustancial en la condición del discípulo. Ese cambio transforma a la persona, pues pasa de la muerte a la Vida y por ello esa persona se convierte en testigo del Resucitado, de la nueva vida en Él. San Pedro nos lo recuerda en el discurso que pronuncia en Hechos de los Apóstoles y que escuchamos como primera lectura: «Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos» (Hch 3,15).

Los cristianos –como lo recordaba muchas veces Benedicto XVI– no solo somos seguidores de unas ideas o herederos de una cultura ancestral: somos seguidores de una persona, y por tanto, testigos de la presencia, del poder y de la victoria de Jesucristo sobre la muerte y el pecado. Cada vez que celebramos la Eucaristía podemos ver al Resucitado, escuchar al Resucitado, podemos comer con Él y comerlo a Él, podemos unirnos a Él. Esto nos convierte en testigos de su Resurrección. ¡Y esto debe emocionarnos! La Pascua no solo es la conmemoración de que Cristo resucitó en el pasado lejano, sino que ha resucitado y esto afecta nuestro presente, el hoy de nuestra vida.

Vivir como testigos

El testigo es aquel que da testimonio de lo que ha vivido, de su experiencia, de lo que ha visto y oído. Cuando el evangelio dice que «somos testigos», no lo dice porque eso sea una cuestión secundaria, sino porque en la experiencia de ser testigos de la Resurrección es vital para la vida de fe y la misión de cada cristiano. De cara a los demás, tanto para los que están fuera de la comunidad como para los que están dentro, esto debe implicar dos cosas. Ser testigos implica dar testimonio de palabra (predicación) y de obras (ejemplo).

 La primera lectura nos muestra a San Pedro hablando a la gente y dando testimonio de la Resurrección de Cristo (predicación, cf. Hch 3, 13-15.17-19). Todo cristiano está llamado a predicar que Cristo ha salvado su vida. La segunda nos recuerda que si hemos conocido a Jesucristo debemos «guardar sus mandamientos», pues quien dice conocerlo y no lo hace, «es un mentiroso, y la verdad no está en él» (ejemplo, cf. 1Jn 2, 1-5ª). Con respecto a la segunda, un viejo adagio que a veces se ha atribuido a san Francisco – aunque no hay seguridad que sea de él – nos dice: «predica de tal forma que no te tengas que usar palabras».

En definitiva, la celebración de la resurrección no debe dejarnos como siempre. Si realmente hemos vivido un encuentro con Cristo Resucitado en esta pascua, nuestro corazón debe estar ansioso por contar, y sobre todo vivir, la experiencia de este encuentro. En nuestros hogares, talleres, en el campo, en la oficina, en la escuela o en las redes sociales contemos nuestra experiencia; pero, ante todo, vivamos como hombres y mujeres libres que, en Cristo, han ganado la victoria sobre el pecado y la muerte. ¡Feliz Pascua!

 

Juan Carlos Rivera Zelaya

Sacerdote de la Diócesis de Jinotega - Nicaragua. Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad de Navarra - España. Fundador del blog Paideia Católica sobre formación católica

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