Estimados hermanos:
Volvemos hoy al ritmo de las domingos del Tiempo Ordinario. Domingo a domingo recordaremos la alegría de la salvación que nos comunica la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. En muchos países, se celebra hoy –por razones pastorales– la Solemnidad del Corpus Christi, que se debe celebrar el jueves posterior al Domingo de la Santísima Trinidad. Las lecturas de este domingo se centran en el poder de Jesús que actúa la obra de la salvación por obra del Espíritu Santo.
Específicamente, el evangelio de este domingo está tomado del capítulo 3 de san Marcos, el cual recoge varias acciones de Jesús, entre las que sobresalen: las curaciones, la elección de los doce y la discusión con los fariseos. Quizás, de los versículos más sorprendentes de todo este capítulo, el que más llame la atención sea el v. 29, pues ahí el autor explica el pecado contra el Espíritu Santo, ese «que no tendrán perdón jamás».
El contexto de esta sentencia
Para entender estas duras palabras habrá que remontarse a los versículos anteriores. Jesús está curando en sábado, acción que no estaba permitido por la ley de Moisés (Lv 23, 24-39). Los fariseos estaban pendientes de las acciones de Jesús para ocondenarlo (Mc 3,2). Jesús realiza la curación y el vérsiculo 6 explica que los fariseos y los herodianos estaban ya confabulando para acabar con él. Después de la elección de los 12, Jesús reúne a mucha gente y sus propios parientes dicen algo interesante: «es un exaltado» (v. 21)
Ni los fariseos, ni los parientes, y luego los escribas que lo acusan de «estar poseído por Belzebul y expulsa los demonios por el poder de Satanás», entienden cómo Jesús puede curar. Pero más allá de eso, de los milagros y portentos que realiza, lo que no se explican es cómo Jesús puede atraer a tantas personas tras de sí. ¿Por qué este personaje, que realiza el bien y solo quiere ayudar a los demás, es tan odiado e incluso desprestigiado? La razón es sencilla. Podemos decir con propiedad que en el corazón de los fariseos, escribas y los propios parientes de Jesús estaba la envidia y no la voluntad de Dios.
El rechazo a la voluntad de Dios
Dice el versículo 26 que todo puede ser perdonado a los hombres, pero menos aquella blasfemia contra el Espíritu Santo (cf. v. 28-29). El Espíritu Santo es la persona de la Santísima Trinidad al que se le atribuye la obra de la santificación y el perdón de los pecados. Es, gracias a la obra del Espíritu Santo, que los hombres pueden alcanzar la condición de hijos de Dios, es decir, la salvación. Las curaciones, las elecciones, los milagros, la conducción misma de la Iglesia, el que los cristianos seamos hijos de Dios, es obra del Espíritu Santo. En definitiva, la realización de la misericordia de Dios en favor de los hombres, la realización de la voluntad de Dios en nuestras vidas y en la vida de la Iglesia, es obra del Espíritu Santo.
Por tal razón, blasfemar (estar en contra, rechazar, perseguir, o querer anular) contra el Espíritu Santo significa todo aquello que va en contra de la voluntad salvífica de Dios: perdonar a un pecador, elegir a un hombre para una misión, salvar a una persona de una situación específica, etc. Blasfemar contra el Espíritu Santo en definitiva parte de poner nuestro pensamiento y nuestra voluntad, por encima del pensamiento y la voluntad salvífica de Dios. Más aún, querer decir que algo que viene del Espíritu Santo (salvar al hombre) proviene de obras demoniacas, va en contra del plan de salvación divino.
El pecado contra el Espíritu Santo hoy
Con respecto a este tema, dice el Catecismo de la Iglesia católica en el numeral 1864: «“Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada” (Mc 3, 29; cf. Mt 12, 32; Lc 12, 10). No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo (cf. DeV 46). Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna».
Hoy, incluso más que los fariseos, escribas y los propios parientes de Jesús, existen muchos que blasfeman contra el Espíritu Santo. Solo basta entrar a cualquier red social para darse cuenta con qué facilidad el Evangelio es rechazado. Aun entre cristianos, incluso dentro de la Iglesia católica, muchos se niegan a que la misericordia de Dios perdone y sane a ciertas personas, o que elija a este o aquel para cumplir cierta misión. Es muy triste que hoy no creamos en el sacramento de la confesión: muchos no se confiesan habitualmente, a pesar de que saben que ahí el Señor les otorga su misericordia.
Los cristianos estamos llamados a creer en la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas, en la vida de la Iglesia y en la historia del mundo. Tenemos que agradecer y proclamar por las maravillas que el Señor hace en nuestras vidas. Demos testimonio de esa acción del Espíritu en nuestras vidas, que nos sane y libera, que nos cura de nuestras enfermedades y nos elige para cumplir una misión. ¡Feliz domingo!
0 comentarios