A TI TE DIGO: LEVÁNTATE – DOMINGO XIII T.O (B)

Paúl Fernando Tinoco Mejía

junio 26, 2021

Lecturas Domingo XIII T.O (B)


Este domingo nos regala una expresión hermosa de Jesús, dicha a la hija de Jairo, jefe de la sinagoga: «a ti te lo digo levántate» (Mc 5,41), impresionó tanto a sus oyentes, que no la tradujeron al griego, decidieron dejarla en arameo, en su idioma original, tal y como salió de los labios de Jesús. Tal como ocurrió con otras frases como: «Elí, Elí, lamá sabactani» (Mt 27, 46); «Effetá» (Mc 7, 34); «Abbá» (Mc 14,36).

Levántate, tenemos que dejarnos interpelar en este domingo por esta palabra, porque es consoladora. Jesús la pronunció muchas veces: al hijo de la viuda de Naín: Jóven a ti te digo levántate (Cf. Lc 7,11-17); se lo dijo al paralítico de la piscina en Jerusalén: levántate, coge tu camilla y anda (cf. Jn 5, 1-16); Al ciego Bartimeo: ánimo, levántate (Cf. Mc 10, 46-52). En hechos vemos como los mismos discípulos, estaban marcados por esta palabra, hecha con fe, que en un pasaje vemos a Pedro, devolviendo la vida a una persona: Tabita levántate (Cf. Hch 9, 36-43)

JESÚS Y LA HEMORROÍSA

La liturgia nos pone el caso de la mujer que padecía un flujo de sangre, este texto nos recuerda que la sangre no es solo un fluido de nuestro cuerpo, sino que conlleva mucha carga emocional. Nosotros tenemos expresiones como ¡qué mala sangre!, para decir que una persona no hace bien. ¡Tengo lazos de sangre! decimos para comprobar nuestro parentesco con otros, marca nuestra identidad. Marca profundamente nuestra vida, hasta el punto que, si hay una hemorragia imparable, en nosotros u otra persona, experimentamos el miedo a la muerte.

No era fácil la situación en que se encontraba esta mujer ¿cómo se sentiría esta mujer que, aun sabiendo que podía ser apedreada, se arriesgó hasta ese punto? Si la descubrían tocando a Jesús, la podían matar. Pero ¿Y si quedaba salvada – sanada? ¿qué humillaciones habría sufrido durante tantos años? Esta mujer, no solo sentiría que estaba perdiendo la vida, a través de la hemorragia, sino que era portadora de impureza, de contaminación y de muerte.

Valía la pena sacrificar un último esfuerzo confiando en Jesús.  Y los invito a que nos preguntemos ahora ¿por dónde sentimos que se nos va a nosotros la vida? Por pesimismo, por añoranzas, porque vemos que nos vamos haciendo mayores, porque no hay relevo generacional, por miedo a la soledad o al futuro, por la falta de trabajo digno. Hermanos, no sigamos buscando consuelo en los bienes que nos ofrece el mundo, de forma desordenada. Vale la pena poner nuestra fe en Jesús.

La forma en que se dirige Jesús a ella es preciosa; no le dice que la cura, o que la perdona. Tampoco la juzga y la somete a la ley para castigarla. Jesús le dice: Hija, tu fe te ha curado; vete en paz. Jesús la remite al dinamismo sanador que tiene dentro de sí misma, y la mujer siente que se corta ese flujo, por el que se le estaba yendo la vida. Con la palabra hija, Jesús acoge a la mujer en la nueva familia, en la comunidad que se forma junto a ÉL.

A LEVANTARNOS HOY

Estamos invitados a tener más fe en la fuerza salvadora de Jesús, ante la enfermedad y la muerte. Ante esta última no tenemos los cristianos una solución al enigma, pero si tenemos luz para afrontarla con sentido y confianza: Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección (y la vida). El que cree en mí, aunque muera, vivirá». (Jn 11,26)

Cristo nos quiere seguir curando a nosotros que llegamos no sólo a tocar el borde de su manto, sino que nos alimentamos de su misma persona en la comunión. Deberíamos tomar como dichas a nosotros las palabras de Jesús a la niña: «a ti te lo digo levántate» (Mc 5,41), seguro que tenemos de que levantarnos; de la pereza del pecado, del desánimo, debemos creer en Jesús no sólo cuando todavía hay esperanza, sino también cuando ya todo parece irremediable, creyendo contra toda esperanza.

Levántate, porque la vida tiene sentido, hemos sido creados para la libertad. Levántate, porque Dios te quiere, existes porque has sido amado y tiene un plan para ti que te quiere mostrar. Levántate, levántate porque, aunque te sientas débil Dios está comprometido para caminar junto a ti y no te faltará su gracia, levántate porque no estás solo, la iglesia, es tu familia, la iglesia es tu madre, te acompañe y te quiere. Levántate, porque a pesar de que te ha visto postrado y débil, Cristo te necesita. Si, te necesitas como colaborador suyo, levántate, tú pides ayuda y Cristo te la pide a ti.

Paúl Fernando Tinoco Mejía

Presbítero de la Diócesis de Matagalpa-Nicaragua. Rector del Seminario Mayor San Luis Gonzaga de la Diócesis de Matagalpa.

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