Queridos hermanos. Nos volvemos a reunir en torno a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía para celebrar nuestra fe en Cristo Nuestro Señor. Como todos los domingos, nos presentamos ante el altar de Dios para renovar nuestra profesión de fe en el “Santo de Dios”, aquel que tiene “Palabras de vida eterna”. Jesús nos increpa hoy: “¿Ustedes también se quieren marchar?” Pero, nosotros estamos aquí para expresarle: “¿Señor a quién iremos?
Los dioses – los escándalos
La primera lectura está tomada del libro de Josué y nos narra el famoso “pacto de Siquén”. Luego de que Moisés hubiese dejado a Josué la tarea de introducir a las tribus de Israel en la tierra prometida, el mismo Josué se da cuenta que ellos no estaban preparados para relacionarse con los cananeos. Estos últimos tenían dioses que confundían y cuestionaban la fe de los israelitas. Muchos israelitas comenzaron a practicar la religión de los cananeos y abandonaban su fe en el Señor.
Algo parecido ocurre con los que seguían a Jesús. Luego de escuchar el famoso discurso del Pan de Vida, donde Jesús afirma que se debe comer su carne y beber su sangre, muchos discípulos se “escandalizan” y no logran entender la doctrina que el Hijo de Dios está enseñando. «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?», decían algunos de los seguidores de Jesús. No lograban comprender lo que Jesús quería comunicarles.
Estas dos realidades nos pueden pasar, ya sea porque se nos haga más cómodo o sea “más bonito”, los cristianos tenemos la tentación de abandonar nuestra fe y traicionar el amor de Dios manifestado en nuestras vidas. Son muchos los que han decidido abandonar la Iglesia. Esto no es nuevo. Podemos notar cómo en nuestras iglesias, ya sea por incomprensiones de nivel teológico o por escándalos morales, muchos han decido acomodarse en otras confesiones, o lo que es peor, en el mundo.
Elijan a quien quieren servir
Hoy Josué es claro ante los israelitas y les increpa diciendo: “Elijan a quien quieren servir”. Tienen dos caminos: o los dioses o el Señor. En este mismo sentido, también se puede contextualizar la pregunta que le hace el Señor a sus discípulos: ¿También ustedes se quieren marchar? Se tiene que elegir a quién servir y a quién seguir. A Aquel que va dirigiendo tu camino, tu historia, tu vida por la senda de la paz y la justicia, que te ha liberado de la esclavitud de Egipto y que te promete la vida eterna; o, a los dioses paganos y a nuestra propia soberbia que no es capaz de escuchar la voz de Dios.
Estas preguntas se dirigen hoy a nosotros también: ¿A quién queremos servir? O al Dios vivo que me ha rescatado de mi propio Egipto y me ha traído a esta Iglesia, en la que puedo alimentarme del Pan de Vida que me da Vida eterna; o, a mis propias ideas sobre Dios y sobre las Sagradas Escrituras. Hoy es común, que muchos católicos cuestionen las enseñanzas de la Iglesia, en favor de su propia comprensión de las Sagradas Escrituras. Con esta práctica se acercan más a los protestantes que no admiten ninguna autoridad en la comprensión de la Biblia. Se cuestiona todo y se pregunta como los seguidores de Jesús: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Hoy no se entiende cómo Jesús puede estar presente en el pan, cómo un hombre puede perdonar los pecados, cómo el agua borra el pecado original, cómo una mujer pudo dar a luz siendo virgen al Hijo de Dios, entre otras cosas. Y lo malo no es que el mundo no entienda esto, sino que muchos de los seguidores de Jesús, muchos católicos, quieren cuestionarlo. No se fían de Jesús ni de su Iglesia y confían en sus propios pensamientos e intuiciones. Se dejan seducir fácilmente por aquellos que, porque tienen Biblia en mano, los embaucan fácilmente. A ellos les digo una cosa: “también el diablo conoce la Biblia”.
Señor, ¿a quién vamos a acudir?
La respuesta de los israelitas y la de san Pedro nos interpela. Tanto los israelitas como el príncipe de los Apóstoles nos enseñan que a pesar de las tentaciones, de las incomprensiones, de las caídas y de los escándalos (incluso de orden moral) que pueden haber en la comunidad de Jesús (en la Iglesia) –esa que amó Jesús hasta dar su vida por Ella– nosotros debemos permanecer firmes en la fe. San Pedro le dice a Jesús: ¿Señor, a quién vamos a acudir, tú eres el santo de Dios, solo tú tienes palabras de vida eterna. Y los israelitas confirman la elección de Josué: “mi familia y yo serviremos al Señor”.
En cambio, hoy es común negar al Señor y a su Iglesia. Entre los que se han ido de la Iglesia se escuchan expresiones como estas: “Me fui de la Iglesia porque nunca tuve un encuentro con el Señor”, “dejé el alcohol, las drogas o una vida desenfrenada, cuando me fui de la Iglesia católica”, “ahora comprendo toda la Biblia”, y una larga lista de excusas que no tienen ningún sentido. Lo que esas personas han hecho ha sido traicionar al Señor, al Pan de Vida, le han dado la espalda al Señor que lavó sus pecados en el bautismo y los perdonaba en la confesión.
En este domingo, la pregunta vuelve a resonar, y está dirigida a cada uno de nosotros. ¿Qué es lo que vamos a responder? ¿Nos vamos a ir con los dioses tentadores de los pueblos cananeos o con nuestra propia forma de ver la religión y la vida; o en cambio, vamos a confiar en Jesús en su esposa (la Iglesia), quienes nos conducirán hacia la Vida Eterna. La decisión está en nuestras manos y debemos responder con auténtica valentía y generosidad.
¡Feliz domingo!
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