El Señor en su Palabra nos enseña a trabajar juntos, para romper con el mal que oprime a todo ser humano. No espiritualicemos inmediatamente el término demonio en la biblia, ojo no estoy negando la existencia de seres espirituales que quieren apartarnos de la voluntad de Dios. Obviamente existe satanás y los demonios. Expulsar demonios es también expulsar el mal, demonio es también aquello que hace daño al ser humano. Todos llevamos demonios: egoísmo, mentira, injusticia, todo aquel pecado.
EFICACIA DEL NOMBRE DE JESÚS
No sabemos si el texto tiene que ver con la vida de la comunidad a la que Lucas escribe o un hecho mientras vivía Jesús, pero reconocemos que el nombre de Jesús tiene un poder especial. Como el nombre de Dios en el antiguo testamento. El nombre equivale a participar de su poder, su destino, su misión. Participamos de lo que significa el nombre de Jesús: “el Señor salva”. El nombre indicaba toda la fuerza de la persona.
Los discípulos están viendo la eficacia del nombre de Jesús. «Hemos tratado de impedírselo». (Mc 9, 38). El discípulo Juan actúa junto con los demás discípulos como un grupo represivo, ya que obligan por la fuerza a que este hombre deje de expulsar demonios en el nombre de Jesús.
Tres acciones negativas vemos en estas palabras de Juan que nos presenta el Evangelio: «no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros» (cfr. ibídem); no venía con nosotros o seguir detrás, es un verbo aplicado únicamente para Jesús. El primer error de los discípulos es creer que el hombre los sigue a ellos, no digamos nunca o pensemos: que Dios está de nuestra parte, sino que nosotros debemos estar de parte de Dios. Es o no de los nuestros, no. Somos nosotros los que debemos ser de Dios.
El segundo error es que tampoco reconocen que, cuando se expulsa a los demonios se está haciendo el bien. El tercer error es que se lo impiden con violencia. El verbo impedir tiene una carga represiva, Jesús no está de acuerdo con el actuar de los discípulos, no debe ser esa la actitud de los discípulos y por eso Jesús les dice que no se lo impidan. Nadie puede tener una manifestación poderosa, si no es invocando mi Nombre. Y que luego vaya a hablar mal de Mí. Se trata la manifestación poderosa del nombre de Jesús. Jesús nunca se impuso, reprimió, agredió. El texto de la expulsión del templo tiene otra enseñanza y motivación de la que reflexionaremos en otro momento.
NO PRONUNCIAR EL NOMBRE DE JESÚS EN VANO
Cuando actuamos con su gracia, invocando su nombre, se manifiesta con poder el significado del nombre de Jesús: el Señor salva. Aquí el nombre juega el papel del nombre de Dios. Uno de los mandamientos de la ley de Moisés es no pronunciar el nombre de Dios en vano (vacío), pronunciarlo con mis labios, pero lo niego con mis obras. Es por eso que el nombre de Jesús y de Dios, tiene que ir acompañado de una conducta que manifieste su contenido.
El nombre de Dios es santo. Vaciar el nombre de Dios es pecado mortal. Con lo que hace este hombre, manifiesta lo que significa el nombre. El discurso religioso se puede manipular fácilmente. Los discípulos no se dan cuenta que, este hombre está usando el nombre de Jesús para hacer el bien y hacer más digna la vida del hombre. Un discurso religioso que no vaya acompañado de obras, es una blasfemia.
Jesús dice en el sermón de la montaña por sus obras los conocerán, porque el discurso religioso puede ser engañoso, puede ser usado para lo contrario el significado del nombre de Dios y se puede volver el sustento ideológico de una obra mala. Sobre todo, los poderosos usan el nombre de Dios de forma vacía.
SON DE LOS NUESTROS
Pero Jesús dijo: «No se lo impidan, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros». (Mc 9, 39-40). Cuando se abren caminos al Reino, aunque quien lo haga no pertenece al grupo de Jesús, son de los nuestros. El que está haciendo el mundo más humano está con nosotros, por nosotros.
Son parte del ideal de nuestro grupo. Lo importante no es que, nuestro grupo tenga éxito, si no que el reino de Dios, vaya encontrando caminos, más libres, como Él quiere. La visión estrecha es la de los discípulos, que solo piensan en su grupito. Jesús más bien piensa en el gran proyecto del Padre que es la instauración de su Reino.
La Iglesia no puede ser excluyente y sectaria; debe fomentar una nueva humanidad centrada en ella misma, todo lo humano es querido por Dios. Una iglesia excéntrica, al servicio de la nueva humanidad. Hay que valorar todos los logros humanos. La Iglesia debe valorar y reconocer el bien que se haga, aun cuando no tenga el sello de mi religión, la Iglesia no puede reducir además su espacio, antes bien abrirse al bien que se hace fuera de la Iglesia.
No importa la religión que tengan, o la falta de religión, los políticos pueden expulsar demonios, y la iglesia reconoce esos esfuerzos, periodistas que informan la verdad, que no venden su conciencia. Todo esto son signos del Reino. Trabajadores en todos los ámbitos sociales. Los médicos en la pandemia y su servicio a favor de la humanidad, los educadores que no promueven ideologías, antes, se preocupan por desarrollar el deseo de aprender.
ECUMENISMO SOCIAL, AL SERVICIO DE LOS DEMÁS
Los discípulos de Jesús tenemos que tener un horizonte mucho más amplio de visión, ya que existe el riesgo de la exclusividad y el rechazo de los demás. Esto que se aplica la Iglesia se puede aplicar a todo grupo humano, ese deseo de exclusividad, de quién se siente dueño de la verdad, dueño de Jesús y rechazar a los demás. Jesús no tiene dueño. Esto lo único que crea una sociedad más fraccionada. Tenemos necesidad de un ecumenismo social, no a nivel de ideas, no a nivel de sentimientos; sino a nivel de acciones concretas a favor de la dignidad humana y el bien común.
No es cuestión de ideología es cuestión de ponernos al servicio de la persona, la primera que lo debe de hacer es la Iglesia, pero todos los grupos existentes en una sociedad están llamados a eso. Hay un reto también para todos los humanos y para la Iglesia: conservar la propia identidad, pero en medio de un mundo pluralista. Vivimos en un mundo donde hay diferentes formas de pensar, diferentes concepciones de la vida.
Es de gran sabiduría conservar la propia identidad, la propia misión, esencia, sin necesidad de entrar en conflicto con otro grupo que ven las cosas de modo distinto, si estamos de acuerdo en lo fundamental: en la dignidad de la persona y en hacer el bien a los demás. Este vicio no es sólo de los discípulos de Jesús que aparece en el evangelio, si no, de todos los grupos humanos. El señalar a los otros cómo lo desacertados, los equivocados, los que no tienen derecho de hablar, los que valen menos.
Hemos visto cómo ha surgido toda una ola de violencia, delincuencia de crímenes que no se solucionan aumentando las penas en las cárceles. Hemos sido testigos de la irresponsabilidad de muchos ante la pandemia, que promueven aglomeraciones, que no obedecen las normas de bioseguridad. El camino no es la competencia por ver quien atrae más gente, el camino es el de la educación a largo plazo, el de la inclusión social, el del Ecumenismo Social para buscar el bien de la persona y del país.
Hablar sobre el nombre de Jesús. Como si fuera una roca, no es un simple ritual, es que yo me apoyo en esa roca. Manifiesta todo su poder salvador y humanizado. No es una simple fórmula ritual. Nuestras oraciones litúrgicas terminan mencionando el nombre de Jesús. Pero no es el uso, es un modo de orar que debería suscitar un espíritu confiable, responsable, dejar que él se manifieste en nosotros. Hacemos el bien sobre su nombre, apoyados en su nombre. El nombre de Jesús es sagrado, hay que pronunciarlo con la vida.
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