«Llámenlo» – Domingo XXX del Tiempo Ordinario (B) – DOMUND

Juan Carlos Rivera Zelaya

octubre 23, 2021

Estimados hermanos. Todos los domingos del año nos sentimos llamados por el Señor a presentarnos ante él. Él sale del seno de la Divinidad y nos visita en la Tierra, hace dos mil años en la naturaleza humana asumida, y desde la Última cena se sigue haciendo presente  hoy en la Eucaristía. Él se encarna entre nosotros, nos llama en cada Eucaristía y nos pregunta qué quiere que haga por nosotros.

El ciego Bartimeo

En el evangelio de este domingo nos encontramos con un episodio lleno de muchas figuras interesantes. Mientras Jesús iba saliendo de Jericó, un ciego grita y pide compasión. La figura del ciego, que el Evangelista Marcos utiliza, nos recuerda a la humanidad enferma por el pecado. La humanidad que está sentada sin poder caminar y pidiendo limosna. Es una humanidad que está postrada y sin oportunidad de ser escuchada (está atrapada).

Esta imagen del ciego Bartimeo es la del hombre, que por el pecado, ha perdido la oportunidad de relacionarse con Dios. Precisamente en la relación, comunicación, la comunión de Dios con el hombre consiste la salvación del género humano. El encuentro con Jesús permite restaurar la comunión de amor, que por el pecado se había perdido en el hombre. Dios se acerca y espera que nosotros queramos tener ese encuentro, para poder salvarnos del pecado.

El Encuentro con Dios

Cada Eucaristía es una nueva oportunidad para encontrarnos con el Hijo de David, con el Rabbuní (Maestro). Ese encuentro transforma completamente la vida de quienes se deciden a hablar con él, a tener una relación personal¸ a quienes se dejan interpelar por la oferta de su amor. Este encuentro permite encontrar la salvación que Dios le ofrece al género humano, que había perdido por el pecado.

Esta salvación que Dios me otorga me permite restaurar la comunión que se había perdido por el pecado no solo con Dios, sino con los hombres. Después de ese encuentro vuelvo a ver, vuelvo a estar en relación con Dios y con los demás. El ciego después del encuentro con el Señor, sigue a Jesús y pasa a formar parte de la comunidad de aquellos que lo seguían. Por esa razón, la comunidad que se forma a partir de ese encuentro (la Iglesia), me permite vivir constantemente esa com-unión con Dios y con los hombres.

Dos imágenes más

Asimismo, encontramos otras dos figuras interesantes. La primera es la de los hombres (aquellos que increpaban al ciego para que se callara). Estos hombres representan a todos los discípulos que impiden a los ciegos de este mundo que se acerquen a Jesús. Hay muchísimas maneras de impedir que los ciegos se acerquen a Jesús: desde el mal testiminio hasta la corrupción, el pecado y el escándalo. Muchos cristianos hoy somos, en verdad, piedra de tropiezo en el camino del encuentro entre Jesús y los ciegos de este mundo.

La otra imagen es la de los que llaman al ciego. Después de que Jesús se detuviera y pidiera que llamaran al ciego, aquellos que lo seguían se dirigieron a él, lo animaron y le dijeron que él lo llamaba. El texto asegura que el ciego que estaba postrado dio un salto (imagen de que se llenó de alegría y que empezaba a salir de su postración) y tuvo su encuentro con Jesús. Jesús nos pide hoy a todos sus discípulos que llamemos a esos ciegos que conocemos, que los animemos y los levantemos de su postración para que lo acerquemos a su amor y misericordia.

Llamar a otros al encuentro con Jesús

Hoy, celebramos el Domingo Mundial de las Misiones. En primer lugar es un domingo para rezar por las misiones y los misioneros, también para colaborar con nuestras donaciones económicas. Pero, y sobre todo, es un domingo que nos recuerda nuestro deber y compromiso misionero. Hoy debemos preguntarnos, ¿cómo estoy ayudando a la personas que tengo a mi lado a acercarse a Jesús? ¿Cómo estoy llevando a esos ciegos al  encuentro sanador con el Señor? O por el contrario, ¿estoy impidiendo, con mis palabras y acciones, que otros se acerquen al Señor?

Ser misionero

Porque para ser misionero no hace falta ir a otros países, a otras regiones o ciudades. Se es misionero cuando uno tiene la conciencia de haber escuchado esa palabras del Señor que hemos oído en el Evangelio de hoy «llámenlo»; y cumplimos nuestra labor llamando y animando a toda persona humana al encuentro con el Señor. La misión no se reduce a territorios, países o culturas; ni tampoco ser misionero es una tarea de solo algunos bautizados o del clero y las religiosas. Es una tarea de todos y en todo momento.

Se puede ser misionero con el vecino, con el compañero de trabajo, con el amigo/a, con el familiar, con mi pareja, con los hijos y padres. Se puede ser misionero incluso con la persona que me cae mal, con el político que no hace bien su trabajo, con el doctor y el dependiente de una tienda que visito. Se puede ser misionero con el amigo de la red social que lee mis post o con el compañero de deporte. Hay muchos ciegos en este mundo, pero pocos discípulos que acercan a esos ciegos al Señor.

Comprometámonos hoy a ser misioneros, a hablarle de Jesús a alguien, a tender un puente entre el Señor y ese ciego que está postrado pidiendo limosna. ¡Feliz domingo!

 

Juan Carlos Rivera Zelaya

Sacerdote de la Diócesis de Jinotega - Nicaragua. Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad de Navarra - España. Fundador del blog Paideia Católica sobre formación católica

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