Con esta solemnidad damos inicio a la última semana del año litúrgico. El próximo domingo celebraremos ya, el primer domingo de adviento. La proclamación que Cristo es Rey del Universo tiene un sentido escatológico, porque Cristo reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria, al final de los tiempos, en la Parusía.
Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace casi dos mil años, su Reino está presente cuando se vive la verdad y la vida, la santidad, la justicia, el amor y la paz.
CONTEXTO HISTÓRICO
La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de marzo de 1925. Su Santidad Pío XI tuvo que guiar a la Iglesia en medio de un mundo sacudido y herido por la primera guerra mundial (28 de julio de 1914 – 11 de noviembre de 1918). Su deseo más entrañable era el de lograr la paz duradera, trabajando para que el Señor Jesús llegase a ser el centro y el principio de toda la sociedad.
«La paz de Cristo en el reino de Cristo» con este lema buscaba motivar a todos los hijos de la Iglesia para que aportasen, cada cual, en su particular ámbito de competencia, a la construcción de un nuevo orden social según los principios que, para la convivencia en sociedad, posee la Iglesia.
Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole también otro sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal.
REINADO DISTINTO A LOS DE ESTE MUNDO
Dentro del palacio, Jesús se proclama rey (Cfr., Juan 18, 36-37); su reinado y poder no es como el del mundo. Porque Él no tiene ansias de poder, ni emplea la fuerza o violencia. Llama a sus discípulos al servicio. Cuando se dio cuenta «que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo». (Jn 6,15)
Jesús es un rey-maestro que no tiene súbditos sino discípulos, los que escuchan su voz. «pero ustedes no creen porque no son de mis ovejas» (Jn 10,26). Viven en la verdad «y conocerán la verdad y la verdad los hará libres» (Jn 8,32).
En el versículo 38, que no fue proclamado hoy, se nos narra cómo la multitud prefiere a Barrabás que era un revoltoso, guerrillero, queda patente que la gente prefiere muchas veces la revolución violenta y no los caminos de diálogo. Rechazan a Jesús mesías pacífico que según ellos quebrantaba la ley de Roma.
El reinado de Jesús nos ha venido a enseñar que la dignidad de la persona está por encima de los preceptos, normas y leyes dictadas por malos políticos y malas autoridades religiosas (como en el tiempo de Jesús, que daban más importancia al precepto y no a la persona). Ante las leyes de muerte, degradación y conveniencia que promueven políticos en busca de intereses personales, recordemos: la persona siempre es primero.
Los Fariseos por amor al dinero, trataban de quedar bien con el gobierno de turno, endulzaban sus palabras, decían a la gente lo que querían oír y no lo que debían escuchar. Jesús podría haber quedado bien con todos, endulzar las palabras para no crearnos problemas, Caer en el miedo al qué dirán, juicio, calumnia, falsas neutralidades. El reino de que Jesús instauró nos llama a denunciar siempre sin miedo y claridad el pecado y las injusticias. Claro está que Jesús no actuó imprudentemente, Dios llevaba los momentos.
CRISTO REY, ES EL LIBERADOR INTEGRAL DEL HOMBRE
No podemos alienarnos, vivir en una burbuja espiritista, fuera de la realidad, empezar a creer que tener hambre por culpa de las injusticias sociales, es un sacrificio que yo tengo que ofrecer a Dios. No mal entendamos las palabras del apóstol Pablo «Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo» (Col 1, 24). Es muy distinto una enfermedad, una privación voluntaria, pero algo que está mal como sociedad o grupo en cualquier ámbito, no podemos dejarlo pasar. Ahí si seríamos opio del pueblo como nos critican los marxistas. ¿será que nos falta el espíritu profético?
«Por eso San Pablo nos llama, pues, a incorporar nuestra vida y nuestra muerte en la muerte y en la vida eterna de nuestro Señor Jesucristo. Y no vayamos pensando que esto nos aliena. Lo repito mil veces, porque mil veces se da esta calumnia: de que los cristianos, por estar pensando en la vida eterna, olvidamos los problemas de la tierra. Al contrario, por pensar en la vida eterna, le damos la verdadera dimensión a las proyecciones limitadas de la tierra, los que tenemos las dimensiones ilimitadas de la eternidad». (San Oscar Arnulfo Romero, Homilía, 11 de noviembre de 1979)
Hay muchos que se asustan cuando conocen la doctrina social de la iglesia y otros hasta se alejan de ella, pensando que somos promotores de partidos políticos o una ideología, un error es pensar que la fe solo me cambia a mi personal mente, creemos que la finalidad de la fe es eliminar mi pecado personal. Convertirme moralmente yo. Pero es mucho más grande, el cambio social es tarea de todos los cristianos. Combatir los pecados sociales es nuestra tarea, es producto de la fe que nos da el Reino que Cristo ha instaurado y quiere que sigamos instaurando hasta el fin de los tiempos.
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