Dios en su Palabra nos anima a no perder la esperanza, Él quiso entrar en nuestra historia y permanecer en ella, compartiendo los gozos y las fatigas de nuestra vida. Dejémonos conducir por la Virgen María que nos lleva al encuentro con el salvador.
GRANDEZA EN LO PEQUEÑO
«En cuanto a ti, Belén Efratá, la menor entre los clanes de Judá, de ti sacaré al que ha de ser el gobernador de Israel». (Miq 5,1) Así comienza la narración de la primera lectura de este domingo, Para Dios cuenta aquello que, no cuenta ante los ojos del mundo. Dios orienta su mirada hacia los humildes, debemos hacernos nosotros mismos pequeños, humildes al menos de corazón.
La Basílica de la Natividad en Belén solo tiene una puerta de entrada y es tan baja que no se puede pasar por ella más que inclinándose profundamente. Hay quién dice que fue construida así para impedir que los beduinos entrarán montados en sus camellos, pero la explicación que siempre se le ha dado y qué contiene una profunda verdad espiritual es otra: Esa puerta debía recordar a los peregrinos que para penetrar en el significado profundo de la Navidad hay que bajarse y hacerse pequeños.
Dios que se ha rebajado hasta hacerse hombre, es el misterio que celebraremos en los próximos días de Navidad ¿No deberíamos nosotros también bajar de nuestros pequeños pedestales de superioridad y de dominio para vivir como hermanos reconciliados entre nosotros? También tenemos que bajar de nuestros camellos para entrar en la Gruta de Belén
El Papa Benedicto XVI se pregunta ¿En quién Dios se complace? Y él mismo nos responde: en aquellos que son como Jesús. Así lo escuchamos cuando Juan Bautizaba a Jesús y los cielos se abrieron, una voz de lo alto dijo: Este es mi hijo amado en quien me complazco. Dios se complace en todo los que somos como su Hijo. Él es nuestro hermano primogénito, a quien tenemos que asemejarnos. Todo aquello que en ti no es como Jesús, es pecado. Estamos llamados a convertirnos en la imagen de su hijo amado.
EJEMPLO DE MARÍA
El Santo Evangelio nos ayuda a reflexionar en la actitud de la Virgen, lleva a Jesús en su vientre y esto la hace salir como evangelizadora. Porque ella ha podido constatar que nada es imposible para Dios; y actuando así, aporta un gran gozo a Isabel y al Hijo que está en su seno. Juan en el vientre materno reacciona ante la presencia del salvador, es este el primero de tantos momentos en los que Juan anuncia la presencia de Jesús. Quien tiene a Jesús en su vida quiere comunicar las maravillas que Él ha realizado.
El sacerdote reza en la oración sobre las ofrendas de este IV domingo de adviento: «El mismo espíritu, que cubrió con su sombra y fecundó con su poder las entrañas de María, la Virgen Madre, santifique, Señor, estos dones que hemos colocado sobre tu altar». A través de la Eucaristía, por el poder del Espíritu Santo, los fieles llevarán en su propio cuerpo lo que María llevó en sus entrañas.
Que la gracia de Dios, como la Virgen María nos ayude a sus discípulos a ir deprisa haciendo el bien al prójimo. Nuestras buenas acciones, realizadas siguiendo el ejemplo de María, sorprenderán entonces a los otros con la presencia de Cristo, de modo que dentro de ellos se produzca un salto de gozo, así como cuando ella, acercó al hijo de Dios a Isabel y a Juan.
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