Él bajó con ellos– Domingo en la Octava de la Navidad – Sagrada Familia de Nazaret

Juan Carlos Rivera Zelaya

diciembre 26, 2021

Estimados amigos. ¡Feliz Navidad! La luz del nacimiento de Cristo ilumina las tinieblas de nuestra historia, disipa el mal y vence al pecado y a la muerte. La Iglesia nos invita a celebrar con alegría y esperanza el nacimiento de nuestro Salvador, confiados en que la manifestación de su amor transforme nuestras vidas y las de nuestros familiares. Hoy, como comunidad de fe, dirigimos nuestra mirada al misterio de la familia en la que nació el Salvador del mundo.

El misterio de la familia

Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. El ser verdadero hombre trajo consigo la experiencia de la familia. El ser humano está diseñado para el amor, para recibir y dar amor en el seno de una comunidad de personas. Este diseño viene, sobre todo, de la imagen que ha sido implantada desde la creación del ser humano. Los hombres y las mujeres hemos sido creados a imagen de la Trinidad Divina, de la familia divina. Por esa razón, nuestra vida se desarrolla también en una familia.

La configuración de la humanidad se realiza a partir de la familia, de la experiencia del amor vivido en libertad con personas a las que llamamos padre, madre, hijos, hermanos, tíos, abuelos. Ningún ser humano, por muy solo que esté, puede decir que no ha tenido experiencia de familia. Sin embargo, a pesar de que la realidad familiar sea tan común a nuestra experiencia, es un misterio: pues en la base de la familia –como lo hemos explicado– se ubica el misterio del amor.

Jesús nace en una familia: amor, libertad y obediencia

Decíamos anteriormente que Jesús como verdadero hombre tuvo la experiencia de la familia humana. Nació, creció y maduró en la vivencia cotidiana del amor familiar humano. María y José, como podemos extraer del evangelio de hoy, incorporaron a Nuestro Señor en la experiencia ordinaria de su comunidad y, sobre todo, en trinomio de amor-libertad-obediencia que implica la relación padres e hijos.

Jesús, el Hijo de Dios, iba creciendo en amor a su Padre y a sus padres. Ese amor le permitía vivir en la completa libertad que experimentaba a través de la obediencia a los mandamientos divinos y a las órdenes de sus padres. Por eso, esa libertad le permitió «dedicarse a las cosas de su Padre». Como aún no era el tiempo, sin embargo, vemos que su libertad se amolda a la «preocupación» de sus padres humanos, y se va con ellos. Encontramos esa relación entre amor-libertad-obediencia que es fundamental en una familia.

La familia hoy

Precisamente el hecho que Jesús, siendo verdaderamente Dios, se haya sometido a una familia, con sus costumbres y normas culturales y religiosas, nos llama la atención. Esta actitud de obediencia hoy es contracultural. Vivimos en una sociedad, en la que el modelo cultural libertino y destructor de los valores del respeto y la naturalidad del plan divino, no son respetados. Además, no es solo que se critique el modelo natural de familia, sino incluso, se invita a ni siquiera pensar en la familia y su importancia.

El modelo de vida contemporáneo invita al hombre a hundirse en la soledad, a no crear relaciones afectivas y ser independiente y libre. Basta observar las redes sociales para darnos cuenta que los jóvenes, cada vez más, estamos más imbuidos por una cultura individualista y cerrada al amor-libertad-obediencia. El mal ataca a la familia, porque sabe que en ella está la salvación del hombre.

Recemos por las familias

Los cristianos debemos dar ejemplo del trinomio amor-libertad-obediencia que se debe vivir en una familia, a ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret y a ejemplo de la Santísima Trinidad (el gran modelo de familias). La batalla cultural que estamos viviendo, con nuevos modelos de familias o con la cultura del individualismo, no se ganará solo discutiendo. El cristiano debe vivir su vida familiar plenamente, en libertad y alegría, para interpelar a esta sociedad que está acabando con ella misma.

Pidamos hoy al Señor por todas las familias cristianas y por las que no lo son. Pidamos, especialmente, por los esposos que tienen dificultades, por los padres que tienen problemas con sus hijos, por los hijos que no tienen padres, por las familias en situaciones de exclusión, por las familias migrantes, por las familias con enfermos o por las que han tenido que dejar partir a un ser querido. Recemos por las familias siempre.

¡Feliz domingo!

Juan Carlos Rivera Zelaya

Sacerdote de la Diócesis de Jinotega - Nicaragua. Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad de Navarra - España. Fundador del blog Paideia Católica sobre formación católica

Te puede interesar leer esto

0 comentarios

Deja un comentario