«Por tu Palabra, echaré las redes» – Domingo V del Tiempo Ordinario

Juan Carlos Rivera Zelaya

febrero 4, 2022

Estimados hermanos. Sean bienvenidos una vez más a la celebración de la Eucaristía, el lugar del encuentro entre Dios y el hombre. El domingo, brilla más que los otros días de la semana, por ser el momento de la reunión de la comunidad cristiana con Dios. Particularmente, en la asamblea comunitaria podemos encontrarnos con la Palabra que Dios dirige a cada hombre y mujer. Sobre esta Palabra dirigida al hombre reflexionaremos en este día.

Jesús predicador ante el hombre

En el evangelio que escuchamos hoy nos encontramos a Jesús en el lago Genesaret. La gente se «agolpaba» en torno a él para escuchar la Palabra de Dios. Jesús, la Palabra de Dios encarnada, tiene como misión anunciarse así mismo. Hoy, lo hace sentado desde una barca que le pide a Pedro. Este gesto permitirá que luego Jesús se dirija a él exclusivamente. Estos detalles nos muestran la cercanía, sencillez y singularidad del predicador Jesús ante su auditorio y la amistad que procura algunos.

La barca desde la que predica Jesús era de pescadores que durante la noche no habían recogido nada, y en el momento en el que se acercó Jesús «estaban lavando las redes». Esta historia nos muestra el cansancio ante la obra emprendida, de la cual no se ven frutos. La expresión «lavar las redes», sin haber pescado nada, también es símbolo de la frustración, vacío y soledad del hombre en este mundo.

La pesca milagrosa

Dice el texto que terminando de hablar a la gente, Jesús le propone a Pedro que reme mar adentro y eche las redes. La respuesta de Pedro es singular. Él le explica que había pescado toda la noche, pero no había podido conseguir nada. Perom por la Palabra que había escuchado, iría. Como nos lo ha narrado el texto, las barcas se fueron mar adentro y lograron pescar mucho a plena luz del día (algo imposible: un milagro).

La Palabra de Dios tiene la fuerza de rehacer todo, incluso aquello que parece imposible a nuestro pensar, aquello que nos hace sentir fracasados, solos o desesperanzados, aquello que nos da miedo o nos preocupa. Para vencer el miedo o la soledad de esta vida, solo hace falta ser capaces de escuchar atentamente la Palabra, atender a lo que esta Palabra nos dice y poner manos a la obra. La Palabra de Dios nos está hablando constantemente, a través de las Sagradas Escrituras, la Eucaristía, la confesión, la dirección espiritual, un amigo o compañero. Hoy solo nos hace falta navegar mar adentro atendiendo las mociones de esta Palabra.

Apártate de mí que soy un pecador

Cuando terminaron de pescar y las redes no daban para más, Pedro se acercó al Señor para decirle que se apartara de él que era un pecador. La experiencia del encuentro con la Palabra, nos hace reconocer nuestro pecado y miseria, nuestras dudas y errores, nuestra maldad y soberbia. Solo el que se ha encontrado con la Palabra de Dios en Nuestro Señor Jesucristo es capaz de reconocer su pecado, su avaricia, envida, lujuria y soberbia. Sobre todo la soberbia, pues es esta la raíz de todo el mal del mundo.

Y precisamente a través de las virtudes como la humildad, fortaleza, esperanza, positividad, docilidad, amabilidad, servicialidad y gentileza, es como nos damos cuenta de que alguien se ha encontrado con el Señor. Una persona feliz y contenta, agradecida con la vida y llena de mucha paz, es alguien que ha sido capaz de encontrarse con el Señor. En cambio, una persona llena de rencor y odio, de soberbia y deseo de mandar y destruir, es un humano desdichado, que no ha sabido escuchar la voz de Dios que lo invita a dejar el pecado y la muerte.

Desde ahora serás pescador de hombres

Ante la respuesta de Pedro, que también se aunaba al estupor de Santiago y Juan, el Señor les hace una hermosa promesa: «No temas, desde ahora serás pescador de hombres». Esta promesa va también acompañada de la acción de Pedro y los demás: «dejándolo todo lo siguieron». El encuentro con la Palabra de Dios, la experiencia de su poder y el reconocimiento de la miseria del hombre, traen consigo un deseo de seguimiento y de discipulado por parte del hombre.

Todos estamos invitados a seguir al Señor, a ser pescadores de hombres. Pero para eso debemos antes tener un encuentro personal con el Señor que nos dirige una Palabra de amor, tenemos que comprobar su poder en nuestras vidas o en la de los demás; y, sobre todo, reconocer nuestra miseria y pecado. Que el Señor nos ayude a poder propiciar ese encuentro. ¡Feliz domingo!

 

 

Juan Carlos Rivera Zelaya

Sacerdote de la Diócesis de Jinotega - Nicaragua. Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad de Navarra - España. Fundador del blog Paideia Católica sobre formación católica

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