Mis ovejas escuchan mi voz – IV Domingo de Pascua (C)

Juan Carlos Rivera Zelaya

mayo 7, 2022

Queridos hermanos. La Iglesia se encuentra en un momento hermosísimo de celebración. Que no se nos olvide la gran alegría de la Resurrección. Nuestro Dios ha vencido el mal, el pecado y la muerte en la cruz. Lo ha vencido para rescatarnos del abismo y la oscuridad en la que la humanidad entera se había envuelto. Él nos ha rescatado, como Buen Pastor, pues andábamos errantes como ovejas sin pastor.

El cuarto domingo de Pascua es conocido en la tradición litúrgica como el domingo del Buen Pastor. Todos los años leemos distintos versículos del capítulo diez del evangelio de san Juan, en el que Jesús pronuncia la famosa frase: «Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10,11). Precisamente en la muerte en la cruz, notamos cómo el Señor ha dado su vida por nosotros. En su Resurrección, nosotros podemos contemplar la vida a la que nos llama su voz.

La vida eterna

Los versículos que escuchamos en la Eucaristía de este domingo nos explican con palabras sencillas que el Señor ha dado su vida para otorgarnos la vida eterna. ¿Pero en qué consiste esa vida eterna? Empecemos diciendo que Dios es el autor de la vida, o más bien, Él es la vida (cf. Jn 14,6). Todo lo que existe es en virtud de su misericordia y amor. Nosotros estamos en la vida porque Él nos lo permite. Él nos sostiene en su amor y su existencia permite la nuestra.

El pecado es la separación del hombre de la gracia, el amor y la misericordia de Dios. No es que Dios rechace al hombre, sino que el hombre con su desobediencia rechaza el amor de Dios. Así se introduce la muerte en el mundo, en la historia y en la vida del hombre. Cuando decidimos pecar y hacer el mal, aunque vivamos físicamente, realmente estamos construyendo una muerte en vida. El pecado es la antítesis de la vida, porque es la separación del hombre de Dios.

Estar junto al Buen Pastor

Por esta razón, el Señor dice que sus ovejas «conocen su voz» y él  las conoce. Conocer implica tener un contacto, intimidad, relación. Eso mismo queda claro con la siguiente frase: «ella me siguen». Las ovejas somos todos nosotros, los cristianos, los seguidores del Señor; que hemos puesto nuestra confianza y fe en Él. Seguimos a quien nos ha dado la Vida y a quien nos ha otorgado con su muerta, la oportunidad de tener vida eterna. Lo único que tenemos que hacer nosotros es no separarnos de Él, pues junto a Él estamos unidos al Padre y al Espíritu.

Preguntémonos hoy, ¿cómo respondo al amor tan grande de Dios que ha dado su vida por mí? ¿Soy consciente de que Jesús mi Buen Pastor, me llama a mí su oveja, para que yo no me pierda por el camino de la vida? ¿Ayudo a otras ovejas a que escuchen la voz del pastor y no se pierdan? Que el Señor nos permita nunca apartarnos de su lado, para que podamos gozar de la vida eterna. ¡Feliz domingo!

Juan Carlos Rivera Zelaya

Sacerdote de la Diócesis de Jinotega - Nicaragua. Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad de Navarra - España. Fundador del blog Paideia Católica sobre formación católica

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