Este domingo nuevamente somos invitados a escuchar su Palabra y alimentarnos de su Cuerpo y de su Sangre. El mundo todavía no lo sabe, pero todos están «invitados al banquete de bodas del Cordero» (Ap 19,9). Lo único que se necesita para acceder es el vestido nupcial de la fe que viene por medio de la escucha de su Palabra (cfr. Rom 10,17). No debemos tener ni un momento de descanso, sabiendo que no todos han recibido aún la invitación a la Cena, o que otros la han olvidado o perdido en los tortuosos caminos de la vida de los hombres. (cfr. SS FRANCISCO, Carta Apostólica: Desiderio Desideravi, 5)
VIVIR COMO QUEREMOS SER ENCONTRADOS AL FIN
Estén preparados (Cfr., Lc 12,40), «Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos» (Lc 12. 37). Tenemos que vivir a cómo queremos ser encontrados por nuestro Señor. Actuar cada día cómo me gustaría que me encontrara el Señor en el momento de mi muerte. El texto de Lucas no solo pretende darnos un mandato moral, también quiere educar nuestro corazón de manera teologal, para que viva en la dirección que tiene que vivir.
El texto evangélico nos propone dos ejemplos que son formas posibles de afrontar la muerte: como un ladrón y como un desposorio. El ejemplo del ladrón, es algo que sorprende, porque es algo que no planeamos, no esperamos. El ladrón te viene a arrebatar algo que es tuyo y esto es una injusticia. En el ámbito espiritual solo sería injusticia, si tenemos la percepción equivocada: olvidando que la vida es Dios quien nos la ha prestado, encomendándonos unos talentos para que los administremos correctamente. La vida es prestada, no nos adueñemos de ella, porque el Dueño, nos vendrá a pedir cuentas.
LA MUERTE COMO DESPOSORIO
El ejemplo del esposo, es una imagen distinta. Somos conscientes de que alguien enamorado está deseando la llegada del amado. Esta vida es un noviazgo en que vamos teniendo más confianza en Él, y llega un día que se consuma ese amor en el cielo, será al momento de nuestra muerte. ¿vivimos anhelando el día del encuentro definitivo con nuestro amado? O ¿estamos viviendo sin importar que Jesús nos ama con locura y rechazamos su amor gratuito, llenándonos de tesoros terrenales?
Todos nos desposaremos con Jesús nuestro Señor a quien hemos esperado, deseado, amado. El encuentro definitivo con Él será el día de nuestra muerte. Hoy su palabra nos quiere educar, no solo vivir como nos gustaría ser sorprendido; tenemos que ir cada día preparando nuestro ser para encontrar a Jesús al final de nuestros días y cuando lo veamos tal cual es, nos alegremos.
CONSTUIR Y VIVIR EN EL REINO NUESTRO MAYOR TESORO
Donde está tu corazón ahí está tu tesoro (cfr. Lc 12,38): no podemos pensar que la iglesia se trata solo de triunfar ante los demás, brillar, ser protagonista. No pongas tu tesoro en la tierra que es un error, porque Dios nos llama desde arriba y nosotros como tenemos apegos a lo de aquí abajo, perdemos de vista nuestra meta.
Es verdad que a veces nos podemos encontrar ante un mundo hostil, pero ni en ese caso debemos perder la paz interior, pues la seguridad del rebaño (Iglesia) no está ni en su poder, ni en su prestigio sino en la gracia y el Espíritu del Señor que cuida de él. Sigamos construyendo el Reino que Jesús ya ha comenzado a instaurar desde su venida.
Por eso, he dicho que “sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (Evangelii gaudium, n. 27): para que todos puedan sentarse a la Cena del sacrificio del Cordero y vivir de Él.
(SS FRANCISCO, Carta Apostólica: Desiderio Desideravi, 5)
Oremos al Señor diciendo: Queremos preparar nuestro encuentro contigo como si nos fuésemos a desposar, que sea un acontecimiento alegra, lleno de paz y gracia, porque al fin mi amado sale a mi encuentro. Le pedimos a la Virgen, ella que recibió como en un desposorio al Espíritu Santo, que prepare nuestro corazón para el encuentro con el Señor.
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