Somos atraídos por el deseo de nuestro Señor Jesucristo, a compartir el banquete Eucarístico, que en este Domingo en la liturgia que la Iglesia nos propone meditar, se nos llama a llevar el mensaje del Señor a todas las naciones (1° lectura y Salmo) y también dejarnos corregir por medio de su Palabra (2° lectura).
SALVACION INTEGRAL
En el santo Evangelio le dirigen una pregunta, que todos nos hemos hecho alguna vez y si no, deberíamos preguntarnos: ¿serán pocos los que se salvan? ¿me puedo salvar? Es importante que nos la hagamos. ¿Qué entendemos por salvación? A veces solemos pensar que la salvación solo es una especie de humanización. Pensamos que Jesús vino solo para que fuésemos más humanos, fraternales, sensibles a los necesitados. Tenemos a veces esa idea intrascendente y no podemos quedarnos solo en este extremo.
Claro que no solo será la salvación en el más allá, sino que se percibe un comienzo ya aquí en la tierra. Pero no es verdad que un mundo más justo y con más bienestar, desarrollado, mas humano, siempre coincida con una mayor presencia del reino de Dios con nosotros. ¿acaso los países más desarrollados, del primer mundo están más cerca de Dios? Es lo contrario, más lejos pueden estar, cuando estamos más seguro en lo material.
Sí, es importante la misericordia con los demás, pero la salvación no se reduce a esta vida pasajera, efímera. Es una salvación eterna, de lo contrario esta vida siempre nos parecerá injusta. Nuestra vida tiene sentido en la medida en que finalice en la contemplación de Dios, de lo contrario es absoluto fracaso, independientemente de lo que hayamos conocido. Porque terminaremos creyendo que Dios nos escucha solo cuando todo va Bien, pero cuando hay persecución y tribulaciones, entonces desconfiamos de su protección y amor.
AUTOEXCLUSIÓN Y NO SALVARME
El evangelio es muy claro cuando nos habla de la salvación y perdición, no es que Dios condene, sino que hay una autoexclusión. Porque rechaza la salvación, rechaza la misericordia, la condena de Dios es el respeto a la mala utilización de la libertad con la que el hombre se excluye. El catecismo de la iglesia católica así lo refleja:
Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno”.
(CEC 1033)
LUCHAR POR SALVARNOS
¿Podemos salvarnos? “Traten de entrar por la puerta estrecha” (Lc 13,24) Aquí el Señor prácticamente nos está diciendo: claro que pueden, intenten. Pero no solo se queden en la buena intención, se necesitará luchar, esforzase. Aquí también podemos ver, como al Señor diciéndonos: yo confío en que te puedes salvar, pero lo tienes que demostrar, querer.
Eso debería de ser lo que más nos preocupe, no es por pura curiosidad ¿Cuántos se salvan? Esfuércense por entrar en la puerta estrecha. Muchos van por la ancha. Esta respuesta de Jesús no entra en tantos detalles, pero si dice mucho. No solo es de deseo, también se tiene que luchar. No dejarse llevar como cuesta abajo, muchas veces caminando en la dirección contraria, de lo que la carne, el demonio y el mundo nos propone.
Jesús nos habla claro y Él se implica, hace todo lo humana y divinamente posible para que el hombre emplee bien su libertad. No deberíamos de angustiarnos por saber, cuantos son los que se puedan salvar, pero si estar alerta, no perder de vista nuestra dirección. Pedimos la intercesión de la Virgen, San José y de todos los santos que nos esperan en el Reino, del cual ya podemos comenzar a disfrutar sus primicias.
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