Bienvenidos a nuestra página web hermanos, somos invitados domingo a domingo a reflexionar sobre el mensaje de amor que Dios nos trae. Pidamos al Señor que este domingo nos ayude a enamorarnos de Jesús, que podamos comprender que su muerte en la cruz es el acto de culto perfecto y agradable al Padre, el único y verdadero acto de culto. (Cfr. FRANCISCO, Desiderio Desideravi, 7).
AMAR A DIOS CON TODAS NUESTRAS FUERZAS
El cristiano reconoce en Jesucristo a alguien que ordena nuestra jerarquía de valores. San Benito Abad dejó una frase en la regla a sus monjes que decía así: no anteponer nunca nada a Jesucristo. El Evangelio de hoy esto lo traduce de esta manera: «Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo» (Lc 14,26).
Dios que es fuente del amor humano, tiene que ser amado con mayor ternura. Este Evangelio es un llamado a enamorarnos de Dios, no solo a creer en ÉL, o esperar en Dios, también a enamorarnos. Estamos invitados a poner la primacía de todo cuanto tenemos en Él. Renunciar a todo aquello que está ocupando el lugar de Dios.
Si Dios se vuelve el centro de nuestra existencia, podremos abrazar nuestras cruces que están integradas en el designio de Dios. Y esto no depende del entusiasmo de un momento, solo lo experimentaremos cuando lo tengamos en la cumbre. Cuando Él ocupe el primer lugar. No pretendemos que el Sol gire en torno a mi mundo, somos nosotros los que giramos alrededor del sol, así, que mi vida gire en torno a Dios, a lo que Dios quiere de mi.
JESUS NOS REVELA A DIOS
En la primera lectura tomada del libro de Sabiduría leemos: ¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios o hacerse una idea de lo que quiere el Señor? (Sab 9, 13). A Dios no le vemos, por eso es que no le amemos, podríamos pensar. Pero podemos auxiliarnos de la revelación en Jesucristo.
Él por pura misericordia se ha revelado en la historia de la salvación: a Dios nadie lo ha visto jamás, pero es cierto que conocemos su rostro en Jesucristo; conocemos su nombre: es Jesús y conocemos su voluntad que nos pide: amemos con ternura, tener la libertad de corazón por ponerle a Él como centro, incluso que abracemos nuestra Cruz. Dios se ha revelado, se ha descubierto en Jesús.
Jesús nos muestra el rostro de Dios y nos hace conocer el nombre de Dios. En la oración sacerdotal de la Última Cena, Él le dice al Padre: «He manifestado tu Nombre a los hombres… Yo les he dado a conocer tu nombre» (cf. Jn. 17,6.26). […] Él inaugura de un modo nuevo la presencia de Dios en la historia, porque el que le ve a Él, ve al Padre, como le dice a Felipe (cf. Jn. 14,9). El cristianismo –dice san Bernardo–, es la «religión de la Palabra de Dios»; pero no, «una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo» (Hom. super missus est, IV, 11: PL 183, 86B).
(BENEDICTO XVI, audiencia Papal, 16 de enero 2013 ).
TODO COBRA SENTIDO CUANDO CRISTO ES EL CENTRO
Todo lo que acontece cuando Dios está en el centro, todo lo que ocurre a nuestro alrededor, pasa a ocupar un segundo lugar. La segunda lectura de hoy (Cfr. Fmn 9-10. 12-17) es un ejemplo práctico de como las dificultades y cruces cobran sentido, vistas desde Dios. Pablo desde la cárcel escribe a Filemón, alguien de familia pudiente que tenían esclavos. Filemón se había convertido al cristianismo por la evangelización de Pablo. Uno de sus esclavos Onésimo había escapado y estaba en búsqueda y captura.
Ocurre que, al Apóstol Pablo lo metieron a la cárcel por predicar a Jesús y también al esclavo Onésimo que se había fugado le llevan a la misma prisión. Allí en la misma celda, el esclavo Onésimo se hace cristiano, por la predicación de Pablo. Ahora Pablo le escribe a Filemón y le dice: te mando a Onésimo, me quedaría con él para que me ayude, recíbelo no como esclavo, si no como hermano en Jesucristo. (Cfr. Fmn 12.16).
La vida al esclavo Onésimo y a Filemón les han cambiado porque, han puesto a Jesucristo en el centro y la vida tiene otro color. Cuando somos Cristocéntricos, recibimos una luz especial y todo encaja. A veces pensamos que todo en nuestra vida es un caos, pero cuando ponemos a Cristo en el centro, cuando nuestro corazón es suyo, en Él todo se ordena en un designio de salvación, Él nos conduce.
¿Cómo logramos ser Cristocéntricos a la luz de los textos que meditamos hoy? Primero, con la obediencia a la voluntad de Dios (amándole sobre todas las cosas). Segundo: viviendo la fraternidad para que no nos veamos enemigos unos de otros y es lo que san Benito decía a sus monjes: no anteponer nada a Jesucristo. Es lo que hizo la santísima Virgen María, ella puso a Jesucristo sobre todo, para favorecer a toda la historia de la humanidad, pedimos a ella ayuda, para que lo podamos entender así.
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