En este domingo la liturgia de la Palabra quiere enseñarnos que hay que orar sin desfallecer, y para eso, usa dos imágenes especiales, primero en el evangelio: la viuda que por su insistencia consigue que se le haga justicia; y en la narración de la batalla entre amalecitas e israelitas, que obtienen la victoria por la intercesión de Moisés.
MENTALIDAD MATERIALISTA-PRACTISISTA
Hoy muchos pueden pensar que la oración es como una acción para relajarse, como algo que no es práctico, practico si son las obras podemos pensar. Y esto necesitamos purificarlo. Porque incluso algunos católicos se atreven a afirmar que, una congregación de monjas de claustro no hace el mismo bien que los misioneros que construyen puentes, dan de comer a las personas, y se dedican a actividades sociales.
Eso es no tener conciencia del valor de la oración. Orar sin desfallecer, Santa Teresa de Lisieux decía: “la oración es como un grito del alma, que penetra hasta el corazón de Dios, y que hace presente a Dios en toda nuestra vida”. No es un huir de la realidad, sino que es suplicar a Dios para que Él entre en la realidad de la vida, confiar en que Dios no nos abandona.
LOS BRAZOS ABIERTOS DE JESÚS
Esos brazos abiertos y elevados de Moisés, para que la batalla no se perdiera, nos recuerda los brazos abiertos de Jesús en la cruz, con los que Él redentor venció la batalla definitiva ante el maligno. Todo lo que nosotros hacemos, la fecundidad de las obras que realizamos es posible porque Jesús está orando ante el Padre. No somos nada sin la gracia de Dios, estamos sostenidos por la gracia de Dios.
La oración se convierte en la mayor de las fuerzas, de las potencias, capaz de transformar el mundo. Las misiones tan humanizadoras, es porque han sido sostenidas por las oraciones de tantas personas. Hemos sido hechos hijos de Dios por el bautismo y también enviados, para continuar anunciando la misericordia de Dios al mundo.
ORAR SIN DESFALLECER
Durante esta semana en el oficio de lectura, hemos estado meditando la carta de San Agustín Obispo, a Proba, algunos de los fragmentos de esta carta son los siguientes y creo que nos pueden ayudar para aprender a orar sin desfallecer:
Orar, en cambio, prolongadamente es llamar con corazón perseverante y lleno de afecto a la puerta de aquel que nos escucha. Porque con frecuencia la finalidad de la oración se logra más con lágrimas y llantos que con palabras y expresiones verbales. Porque el Señor recoge nuestras lágrimas en su odre y a él no se le ocultan nuestros gemidos, pues todo lo creó por medio de aquel que es su Palabra, y no necesita las palabras humanas.
Pero, por el amor que nuestro Dios y Señor nos tiene, no debemos pensar que si no aparta de nosotros aquellos contratiempos es porque nos olvida; sino más bien por la paciente tolerancia de estos males esperemos obtener bienes mayores, y así en la debilidad se muestra perfecto su poder.
Esto, en efecto, fue escrito para que nadie se enorgullezca si, cuando pide con impaciencia, es escuchado en aquello que no le conviene, y para que nadie decaiga ni desespere de la misericordia divina si su oración no es escuchada en aquello que pidió y que, posiblemente, o bien le sería causa de un mal mayor o bien ocasión de que, engreído por la prosperidad, corriera el riesgo de perderse. En tales casos, ciertamente, no sabemos pedir lo que nos conviene.
Que Dios nos de la gracia para seguir perseverando en la oración, sin duda la oración permitirá conversiones, milagros, pero sobre todo y lo mas importante: que podamos ser Hijos de Dios para disfrutar de sus bienes ahora durante toda la eternidad en el Cielo.