El próximo domingo comenzará la última semana del año litúrgico con la Celebración de Cristo Rey del universo y en este penúltimo domingo del tiempo ordinario la liturgia de la Palabra nos anima a permanecer firmes con el Señor a pesar de las distintas circunstancias que enfrentamos día a día como creyentes.
DEL SEÑOR NOS VIENE LA SALVACIÓN
En el libro de Malaquías encontramos una respuesta de origen apocalíptico, este profeta menor, del siglo V a. C. al ver al pueblo apático en lo religioso y desconfiado; trata de dar una respuesta a lo que se cuestionaban ¿por qué al malvado le va bien, mientras que al justo le va mal? O ¿por qué el malhechor prospera, mientras que el justo padece estrechez?
Manifiesta que al final de nuestra historia, se manifestará por qué era importante seguir los preceptos del Señor “Pero para ustedes, los que temen mi Nombre, brillará el sol de justicia que trae la salud en sus rayos”(Mal 3,20). Con el Salmista recordamos que Dios es siempre fiel a sus promesas: “Dios cumple la promesa de salvación en Jesús” (Sal 97,2)
Conviene pues hermanos que sigamos haciendo todo lo posible como creyentes para que el evangelio sea siempre atractivo y comprendido, esto solo será posible desde el testimonio de fidelidad al Señor. Pablo nos animará en la segunda lectura de hoy: “En cuanto a ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien.” (2 Tes 3, 13).
DIOS EL ABSOLUTO
El Santo evangelio también está enmarcado en el género apocalíptico o la narración del fin de los tiempos. Nos presenta Lucas una visión de la humanidad, desde la óptica de Dios, cómo ve Dios la persecución contra sus hijos. Nos hace el llamado al realismo, en ningún momento augura Jesús a sus seguidores un camino fácil de éxito y gloria. Al contrario, lleno de dificultades y luchas.
Estamos llamados a ser previsores como las vírgenes que tenían sus lámparas encendidas. Un cristiano espera la venida de Jesucristo y ante esta espera reconoce la fugacidad de la vida, tenemos que ser cocientes del valor relativo de muchas cosas, que caerán ante Dios. “un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. (Lc 21,15). Muchos absolutos que creemos tener hoy, quedarán en nada.
Las riquezas, placeres desordenados, incluso situaciones difíciles nos pueden hacer perder el verdadero sentido de la vida. El evangelio de hoy está para recordarnos que un día todo esto pasará, no es nada sin Dios. Entregamos el corazón a medios que no nos pueden salvar: hoy no hay ateos, sino idolatras, idólatras de la vanidad, riqueza, poder. Nuestro corazón solo tiene un Señor. La mejor manera es vigilar que nuestro corazón solo tenga al verdadero Señor.
LOS TIEMPOS DIFICILES SON OPORTUNIDAD DE PURIFICARNOS
En esta vida tenemos que purificarnos, porque hemos hecho una mezcla en las obras buenas, que se han visto en momento corrompidas por nuestra vanidad o egoísmo. Confiar, aunque las cosas nos resulten mortificantes, Dios nos está purificando en ella. No permitirá que el odio, la muerte y la aflicción tenga la última palabra, Él nos salvará nos recuerda este evangelio “Gracias a la constancia salvarán sus vidas.” (Lc 21,19).
Nos salvará con la condición que permanezcamos fieles, que no cedamos a la tentación de mundanizarnos San Agustín decía que: “el maligno persigue de dos maneras a los cristianos: o los seduce para mundanizarlos o los persigue directamente, va por ellos. Lo segundo es buena señal. Ser conscientes de eso y pedirle la perseverancia. Es hora del testimonio. Estos tiempos difíciles no es para lamentarnos, sentir nostalgia o desalentarnos. No es la hora de la resignación, ni la pasividad. Es tiempo de dar testimonio, es tiempo de ser testigos humildes pero convincentes de Jesús, de su mensaje y de su proyecto.
Es tiempo de tener paciencia. Necesitamos de ambas, testimonio y paciencia, más que nunca. Es el momento de cultivar un estilo de vida cristiana, paciente y tenaz, que nos ayude a responder a nuevos retos sin perder la paz ni la lucidez. Ocupémonos de las cosas de Dios que Dios se ocupará de las nuestras. Con esta visión de Dios sobre la historia, hacemos un acto de confianza en medio de los acontecimientos en los que estamos inmersos.
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