Iniciamos este tiempo de adviento con el signo de encender la primera candela de la corona de adviento. «El Adviento es el tiempo que prepara a los cristianos a las gracias que serán dadas, una vez más en este año, en la celebración de la gran Solemnidad de la Navidad» (IGMR 78). Podremos ir marcando cual es la expectativa de aquel a quien esperamos, es el Señor. El adviento cultiva la virtud teologal de la espera de Jesús.
ESPERAR ES VALORAR LO QUE DIOS NOS HA DADO
La esperanza ya la estamos viviendo, no podemos ser pesimistas, no reconocer nada bueno. Los dones que pedimos de alguna manera, ya los tenemos, por ejemplo, decimos: Señor quiero unirme a ti, sin embargo, de alguna manera ya estoy unido a Él. Decimos: Señor dame la salud y de alguna manera ya tengo. La virtud de la esperanza no es una huida de la verdad. Tenemos que comprender que estamos rodeados de los dones de Dios.
El corazón del hombre está hecho para el infinito, esperamos la plenitud, no podemos conformarnos con lo parcial. No somos como los animales irracionales que, se dejan llevar por sus instintos y en un momento determinado logran saciarlos. Pero con el hombre vemos que no pasa así, Dios siempre deja ese deseo de buscarle siempre.
En resumen, podríamos expresar que los dones los tenemos ya, pero todavía no. Dios está con nosotros ya, pero todavía no. Nos sentimos queridos, privilegiados, al estar en esta Eucaristía nos damos cuenta que tenemos muchísimo, pero estamos conscientes que todavía esperamos el encuentro cara a cara con Él.
ESPERAR, ES VER QUE NUESTROS DESEOS TIENDEN AL INFINITO
No se trata de desear solo lo material, la virtud teologal de la esperanza tiene que tener un horizonte amplio. No desear solo los fines inmediatos que queremos alcanzar, por ejemplo: una buena nota en los exámenes. Esto claro que importan, pero es importante que entendamos la esperanza, como la búsqueda del dador de los dones, no los dones que Él nos da. Amarle y vivir los dones, eso es lo principal de la esperanza.
El papa Francisco hablando de la devoción a la Virgen María, advertía que nuestra relación con ella puede estar mal planteada, únicamente como alguien que me obtiene una serie de dones que obtengo de Dios, sin hacer de ella la intercesora de los bienes celestiales, ella quiere ser nuestra intercesora para que crezcamos en las virtudes de la Fe, Caridad y a Esperanza. A la hora de esperar tenemos que ser atrevidos, mirar a lo alto, pidiendo el don que este tiempo de adviento culmine con el encuentro de Jesucristo que viene a cada uno de nosotros.
ESPERAR LA VIDA FUTURA
La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.
(CEC. 1818).
«Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin».
(Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3)
Naturalmente la Eucaristía que nos disponemos a celebrar es la preparación más intensa de la comunidad para la Venida del Señor, ya que ella misma señala dicha Venida. En el prefacio que abre la plegaria eucarística en este domingo, la comunidad se presenta a Dios «en vigilante espera». Aclamando el «Misterio de la fe» expresamos el mismo espíritu de vigilante espera: «Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas». (cfr. IGMR. 86)
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