Estimados hermanos. Estamos llegando al final de este corto pero hermoso e intenso tiempo de Adviento. Este momento especial nos prepara para la aceptación de la voluntad de Dios en nuestras vidas que se traduce en, principalmente, saber reconocer y recibir a Jesús, el Emmanuel, el Dios con nosotros, el Dios que viene a salvarnos. Particularmente, la liturgia de hoy nos presenta un modelo de aceptación y, por otro lado, uno de rechazo a esa voluntad. Tratemos de explicarlos.
Rechazar a Dios: Ajaz
Empecemos por el modelo de rechazo: el rey Ajaz. Según los expertos en la historia bíblica, Ajaz fue un rey de Judea que gobernó en torno al siglo VIII a.C. Su gobierno fue perverso, lleno de corrupción y traiciones a los designios de Dios. La principal de esas traiciones fue la de introducir en Judea cultos paganos. Además, durante su reinado, estuvo amenazado por el reino de Israel y reinos arameos. Querían destronarlo y evitar que su descendencia se sentara en el trono de David. Frente a esa amenaza se vio tentando a aliarse con el reino de Asiria y convertirse en un rey vasallo (lo que conllevaría también traicionar al Señor, pues ser vasallo de Asiria implicaba estar tentado a la idolatría).
Frente a esa amenaza se presenta el profeta Isaías y le pide no hacer alianza con ese rey. Le pide confiar en el Señor, que será quien lo proteja del reino de Israel, a cambio de que deje de negociar con Asiria. Pero él no quiere escuchar al profeta ni a la Palabra de Dios. En ese marco se entienden las palabras de la lectura de hoy. Ajaz dice no querer «tentar a Dios», pero realmente no le importa lo que Dios quiere decirle. Este rey se burla de la Palabra de Dios, usando los mismo términos. Se decidió por confiar en un hombre y no en Dios que le prometía su protección y que su descendencia seguiría sentándose en su trono.
Isaías interpreta bien las palabras de burla de Ajaz y le anuncia una profecía: «Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel». Unas palabras desconcertantes. Una doncella (en hebreo: ‘almah) que dará a un hijo Emmanuel (que por el evangelio de hoy sabemos que significa Dios con nosotros). Este es el Dios verdadero que ante la negativa del ser humano que prefiere hacer su voluntad, nos anuncia la llegada de un niño que hará presente a Dios entre nosotros. Ese Dios que viene a salvarnos de nuestros enemigos: aquellos que pueden destruir nuestros reinos (nuestra vida): el pecado, la muerte, la injusticia, la guerra, la corrupción, etc.
Aceptar a Dios: José
El texto que hoy escuchamos en el Evangelio nos presenta a aquel que es capaz de aceptar la voluntad de Dios en su vida: san José. Este hombre se dio cuenta que su prometida estaba embarazada. El texto ya nos dice que la virgen estaba embarazada por obra del Espíritu Santo. José se encontraba como Ajaz, en una situación límite. La razón humana en ese momento nos diría que ante una traición de ese tipo lo mejor sería denunciarla, pero incluso este hombre bueno, decide repudiarla en secreto. Sin embargo, ante este hecho, en sueños (un signo llamativo pero que no podemos abordar aquí), Dios le presenta su voluntad a José: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Efectivamente esto fue lo que hizo José: aceptar la voluntad de Dios en su vida. Fue capaz de poner a un lado la soberbia, la avaricia e incluso un sentido de aparente justicia y dignidad, en razón de aceptar la voluntad de Dios. Muchas veces, los seres humanos actuamos sin saber las razones e intenciones de los demás. Dios nos pide amar, acoger, perdonar y cuidar; incluso cuando aquello nos parece ilógico, injusto e irracional. Nuestra limitada razón solo nos hace ver el peligro y la mejor forma de solucionar ciertas cosas. Pero Dios nos pide más, Dios nos pide entregarnos y confiar plenamente en Él. Ajaz no quiso y terminó siendo vasallo de Asiria y posteriormente su reino fue aniquilado. José se convirtió en cambio, en el padre putativo de Dios.
Dios con nosotros
Cuando somos capaces de reconocer a Dios como Dios y confiamos en su voluntad, acogiéndonos a Ella, entonces experimentamos al Dios con nosotros. El niño que la doncella-virgen nos dará, será el Emmanuel. El niño que José nombrará será: Jesús (Dios que salva). Ante las situaciones límites, ante los eventos que marcan nuestra vida, ante diversas situaciones y conflictos, ante el pecado y la muerte; hoy Isaías y san Mateo nos anuncian el gran regalo de la cercanía de Dios, de su protección, cuidado y amor. El Adviento nos permite volver a escuchar este anuncio y nos invita a acoger la voluntad de Dios en nuestra vida.
¿Pero cómo escuchamos esa voluntad de Dios? Acaz la escuchó por medio de un profeta. Digamos que hoy la podemos escuchar en la confesión, en la dirección espiritual, en la charla con un amigo o familiar. José la escuchó en sueños. También Dios nos puede hablar a nosotros por nuestros sueños, en nuestro interior, en nuestra conciencia. Pero además, Dios nos habla por medio de su Palabra, principalmente, escuchada en la Santa Eucaristía, por medio de lecturas espirituales o predicaciones. Dios constantemente nos está hablando para manifestarnos su voluntad. Solo hace falta que nosotros lo escuchemos y atendamos a su voluntad. De esta manera, podremos experimentar la presencia salvadora del Emmanuel, del Dios con nosotros.
¡Feliz Domingo!
0 comentarios