Se nos presenta hoy el evangelio del ciego de nacimiento, esto evidencia como se han recuperado, para el ciclo A de las lecturas bíblicas, los Evangelios de la samaritana, del ciego de nacimiento y de la resurrección de Lázaro (próximo domingo); estos Evangelios tienen gran importancia en relación a las catequesis de Iniciación Cristiana.
Este domingo también es conocido como Laetare (letare), «Laetare, Jerusalem…». Con estas palabras del profeta Isaías la Iglesia nos invita hoy a la alegría, en la mitad del itinerario penitencial de la Cuaresma. La alegría y la luz son el tema dominante de la liturgia de hoy. de ahí que la liturgia también invita de forma opcional a usar el color rosa, combinación entre morado (color litúrgico ordinario de la cuaresma) y el blanco (color litúrgico para el tiempo de pascua); anunciando así la proximidad de las fiestas pascuales.
RECUPERAR LA FUERZA DE NUESTRO BAUTISMO
La fuerza catequética del Tiempo de Cuaresma es evidenciada por las lecturas y las oraciones de los domingos del Ciclo A. Es manifiesta la conexión de los temas del agua, de la luz y de la vida con el Bautismo: a través de estos pasajes bíblicos y de las oraciones de la Liturgia, la Iglesia guía a los elegidos hacia la Iniciación Sacramental en la Pascua.
Pero no solo es importante para quienes recibirán el bautismo este año en las fiestas pascuales, sino también para que cada uno de los bautizados retomemos nuestros compromisos de cara a la renovación de las promesas bautismales en el día de la celebración de la pascua.
Cristo que es agua viva, nos seguirá saciando nuestras ansias de felicidad, él es la luz que nos ayudará a no caer en las tinieblas del pecado. Él es la vida nueva que nos resucita de la muerte del pecado para que caminemos en la libertad.
PARA QUE SE MANIFIESTEN EN ÉL LAS OBRAS DE DIOS
El relato evangélico expresa la pregunta de los discípulos: —«Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?». Jesús contestó: —«Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios» (Jn 9, 1b-3). Esta mentalidad todavía la vivimos hoy en nuestra sociedad.
El énfasis está en el para qué, Jesús no habla de por qué. Ante muchos misterios que nosotros perdemos el tiempo buscando respuestas, deberíamos centrarnos en el para qué, qué quiere el Señor que yo aprenda de esto que estoy viviendo o sucede en el mundo. Jesús no busca culpables. A Dios no se le escapa nada de la mano, no acontece nada sin que Él lo permita, sin que Él tenga un designio de salvación en lo que acontece, Él conduce el hilo de la historia a buen puerto.
«…tenemos que hacer las obras del que me ha enviado» (Jn 9,4). Con ojos de fe estamos llamados a descubrir como Dios actúa en medio de la situación en la que el hombre sufre. Dios es quien hace nuevas todas las cosas (cfr. Ap 9,15). La cruz, el momento máximo de sufrimiento, es una situación en la que Dios lo renueva todo, podría parecer que la cruz es destructora, pero si miras con fe, te darás cuenta que es semilla de resurrección.
ES POSIBLE VOLVER A LA «LUZ» (Papa San Juan Pablo II, Ángelus 10-03-2002)
El Papa San Juan Pablo II nos enseña que este hombre ciego del evangelio, representa al hombre marcado por el pecado, que desea conocer la verdad sobre sí mismo y sobre su destino, pero se ve impedido por una enfermedad congénita. Sólo Jesús puede curarlo: él es «la luz del mundo» (Jn 9, 5). Al confiar en él, todo ser humano espiritualmente ciego de nacimiento tiene la posibilidad de «volver a la luz», es decir, de nacer a la vida sobrenatural.
Para quien encuentra a Jesús, no hay términos medios: o reconoce que lo necesita a Él y su luz, o elige prescindir de él. En este último caso, tanto a quien se considera justo ante Dios como a quien se considera ateo, la misma presunción les impide abrirse a la conversión auténtica.
Amadísimos hermanos y hermanas, nadie debe cerrar su corazón a Cristo. A quien lo acoge, Él le da la luz de la fe, una luz capaz de transformar los corazones y, por consiguiente, las mentalidades y las situaciones sociales, políticas y económicas dominadas por el pecado. «Creo, Señor» (Jn 9, 38). Cada uno de nosotros, como el ciego de nacimiento, debe estar dispuesto a profesar humildemente su adhesión a él.
Que Dios nos de la gracia de confesar a Cristo delante del mundo, que nos ha salvado, rescatado y esto lo compartamos. Alegrémonos por que Dios nos continúa iluminando con su Palabra.
0 comentarios