Estimados hermanos: nos acercamos al final de la Cuaresma. Estamos ya a un domingo de celebrar con más intensidad la Semana Santa que nos preparará para la Pascua. Las lecturas de este domingo, sobre todo el evangelio, nos invitan a seguir reflexionando y meditando en torno al misterio de Jesucristo, santidad, luz y vida que Dios ha comunicado a los hombres. En efecto, Jesús así se nos ha presentado en estos domingos que hemos leído distintas narraciones del evangelio de san Juan. El Señor se nos ha mostrado como la antítesis del pecado de la samaritana, de la ceguera del ciego de nacimiento y de la muerte de Lázaro. Él se ha presentado como el Santo, la Luz y la Vida. Reflexionemos hoy sobre Jesús como Vida eterna.
Vamos a morir
El texto de este domingo nos presenta la enfermedad/muerte de Lázaro el amigo de Jesús. Y junto a él la desesperación, angustia y a la vez fe y esperanza de la Marta y María, las hermanas de Lázaro y amigas de Jesús. A los tres amaba el Señor con mucha intensidad. Los tres nos representan a cada uno de nosotros, en distintos momentos de nuestra vida: cuando estamos en ese trance de enfermedad-muerte (Lázaro) y cuando estamos acompañando a un ser querido que está a punto de pasar por la realidad del misterio de la muerte (Marta y María). En verdad, el momento más importante de la vida de toda persona es la muerte. No hay que negarlo: es durísimo. Tanto dejar esta vida como despedir a alguien que queremos es uno de los momentos más difíciles de la vida. Esta experiencia marca un antes y un después.
Lo primero que quisiera recordar es algo que ya sabemos, pero que muchas veces damos por supuesto o nos hacemos los tontos y queremos olvidar: ¡Nos vamos a morir y las personas que queremos lo harán! Que no se nos olvide. Luego, quisiera que reflexionáramos la actitud con la que tomamos el misterio de la muerte. La muerte no es algo fácil de asimilar o asumir, pero es algo con lo que tenemos que lidiar tarde o temprano. La pregunta que nos debemos hacer es sencilla: ¿cómo la afrontamos? Porque somos cristianos, tenemos fe y esperanza, creemos que Dios es la Resurrección y la Vida, pero cuando toca sufrir, cuando toca despedir, cuando toca morir, ¿seguimos confiando en Dios de la misma manera que cuando todo va bien? ¿Asimilamos la muerte como algo que «servirá para la gloria de Dios»?
Una muerte con esperanza
Repito que la muerte no es sencilla. No es algo para lo que el ser humano está creado o preparado. La muerte es producto del pecado no de Dios. Dios no quiere la muerte del ser humano, Él quiere que viva. Lamentablemente, tenemos que soportar este momento. Pero, podemos hacerlo de una forma diferente a la que el mundo la lleva: podemos llevar la muerte con esperanza. Ante la enfermedad podemos tener fe, ante la muerte podemos tener paciencia, ante el aparente fin podemos vislumbrar todo un camino que nos abre Dios para la vida eterna. El cristiano, no solo sabe como Marta que al final de los tiempos resucitarán los muertos, sino que ha vivido en experiencia propia como Cristo ha dado vida y sentido a su vida. Sabe que Dios está de su parte en los momentos más difíciles de su existencia. Por ello sabe que aunque Jesús está lejos y pareciera que no está con nosotros ante nuestra enfermedad o la enfermedad de nuestros seres queridos, tarde o temprano nos resucitará a todos los creyentes en Él.
La mejor noticia
La noticia más hermosa de la historia es que Jesucristo es la Resurrección y la Vida. Todo el que crea en Él, aunque haya muerto, vivirá. Así como Marta y María tuvieron que esperar cuatro días para que el Señor resucitara a Lázaro, así nosotros también esperamos y esperaremos seguramente, que el Señor resucite a nuestros seres queridos y nos resucite a nosotros. Él es la vida eterna, pero como a Marta, hoy el Señor nos pregunta ¿crees esto?
El misterio de la muerte sigue interrogando a muchos, pero los cristianos tenemos la mejor noticia del mundo: Jesucristo la ha vencido. Hay un famoso dicho popular que reza: «Todo tiene problemas menos la muerte». No me canso de decir que si Cristo ha resucitado, entonces cualquier problema tiene solución. Ese dicho no es verdadero. Claro que hay solución, claro que podemos resolver esa circunstancia. Solo hace falta dos cosas: tener fe verdadera en Cristo, confiando en su Palabra, y esperar el momento en el que Él nos resucite. ¿Cuándo será? No lo sabemos, pero mientras tanto, tratemos de disfrutar los momentos que el Señor nos regala con vida y amemos (con la caridad cristiana) a Dios y a los hermanos que nos rodean.
Así sea.
0 comentarios