María como ejemplo y acompañante en el sufrimiento

Juan Carlos Rivera Zelaya

marzo 3, 2020

Reflexión ofrecida en el contexto de la Misión Fátima – Nicaragua y la Cuaresma

Tanto la liturgia como la piedad popular en este tiempo de Cuaresma, nos invitan a meditar en el misterio de Cristo que se prepara en el camino hacia la muerte. El mismo Dios, que por la encarnación asumió la naturaleza humana, sufrió y nos enseña cómo prepararnos para vivir el sufrimiento. Y por eso, la celebración de este tiempo no es simplemente un momento en el calendario para recordar a Jesucristo en su dolor causado por nuestros pecados, sino además la aplicación de nuestra meditación a la vida propia.

  1. Relación de Jesús con su madre

Cuando hablamos de la vida de Jesús, no podemos olvidar la relación que esta persona extraordinaria tenía tanto con las otras dos personas de la Trinidad, como con sus discípulos, con las personas y especialmente con su Madre. Sabemos que con Dios mostraba una relación filial y de unidad absoluta, con sus discípulos su relación era particularmente de maestro y con las personas en general, de misericordia y compasión. Pero, ¿cómo era la relación de Jesús con su Madre? ¿Qué lo caracterizaba?

Podríamos argumentar, que a Jesús poco le importaba María. En una lectura descontextualizada y sesgada de Mt 12,46-49 y Lc 11,27-28 podría parecernos que a Jesús aparentemente no le gustaba que lo relacionaran con su Madre:

[…] una mujer se puso de pie y gritó: bienaventurada la mujer que te crió y los pechos que te amamantaron, pero Jesús le dijo: más bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica. Lc 11, 27-28

Ante estas palabras nos podemos asustar y decir que Jesús no tenía relación alguna con la Virgen, o incluso que no honraba a su mamá (cf. Dt 5,16). No nos asustemos. El texto no quiere decir eso. El Papa San Juan Pablo II explica:

Estas palabras constituían una alabanza para María como madre de Jesús, según la carne […] “Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan” (cf. Lc 11, 28). Quiere quitar la atención de la maternidad entendida sólo como un vínculo de la carne, para orientarla hacia aquel misterioso vínculo del espíritu, que se forma en la escucha y en la observancia de la palabra de Dios (Redemptoris Mater, 3)

Jesús corrige a esta mujer para aclarar que la Virgen María es dichosa porque es la que cumple la Palabra de Dios y por esa acción se convierte en la Madre de Dios. Visto desde esta perspectiva, la palabra «dichosa» se vuelve aquí en un elogio que revela el gran cariño y amor que los unía. Esto también revela que su vínculo no era solo de carácter humano sino sobre todo divino y espiritual. Ella es la que dice: «Hágase en mí según tu Palabra» (Lc 1, 38). Ella es la que cumple con totalidad la voluntad de Dios.

  1. La madre dolorosa

Las imágenes que nos ofrece la película La Pasión de Cristo de Mel Gibson sobre la actitud de la Santísima Virgen María en la pasión de Nuestro Señor podrían servirnos como ejemplo de la actitud de un cristiano ante el dolor humano. Su fuerza y valentía, su abandono a la voluntad de Dios inclusive en una injusticia, su amor a Dios y al mismísimo Hijo de Dios; son el resultado de una vida vivida en tono cuaresmal: de confianza, de dependencia, de abandono, de alianza.

Se le había dicho que su Hijo iba a ser singo de contradicción y que ella sufriría por eso:

En aquel tiempo, el padre y la madre del niño estaban admirados de las palabras que les decía Simeón. Él los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: «Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma». (Lc 2, 33-55)

La relación especial que tenía con Jesús la llevará también a experimentar, como cualquier madre lo hace cuando un hijo sufre, el sufrimiento que Jesús iba a pasar. Como dice León XIII en la cruz se cumplió la profecía de Simeón:

Muriendo con Él en su corazón, atravesada por la espada del dolor

Imaginemos un momento esta escena. La Virgen ante la cruz: una madre destrozada porque su Hijo estaba destrozado. Su vida estuvo siempre en relación con Jesús y sin Él no se entiende toda su actitud ante el sufrimiento. Pero no se desploma, no renuncia, no refuta, no se enoja con Dios. Puesto que Jesús es su fortaleza, es Dios su esperanza, por esa razón Ella nos enseña qué actitud tomar ante el sufrimiento.

 

  1. La madre que acompaña en el dolor

Pero más allá de su actitud ante el sufrimiento podríamos hacer notar como Ella estaba junto al que sufría por nuestros pecados. Su Hijo sufría porque cargaba con los pecados de todos nosotros. Ella está junto al que sufre y, por lo tanto, no solo es la que sufre sino también la que acompaña ante el que sufre. Su amor maternal sufre con el Hijo, pero también ayuda a caminar en el dolor.

Los cristianos tenemos esta doble gracia en María: un ejemplo y una acompañante. Cuando rezamos con la Virgen Dolorosa, tenemos que pedir estas dos gracias. Imitar su fortaleza y abandono; y a su vez, sentirnos acompañados y fortalecidos. El mismo Cristo permitió en su humanidad, incluso cuando se sentía abandonado por Dios, el hecho de estar acompañado del amor de la Madre.

La cuaresma no se limita únicamente a los límites de los 40 días antes de la Pascua. La cuaresma es una forma de vivir el cristianismo y debe ser siempre una actitud ante el sufrimiento, ante la tentación, ante el dolor. La esperanza está al final de estos 40 días: la resurrección se acerca. María es la mujer del dolor redentor, del sufrimiento, pero sobre todo de la esperanza, de la confianza, de la fe.

Nos podemos hacer las siguientes preguntas:

  1. ¿Cuál es mi actitud ante el sufrimiento? ¿Lo rechazo o lo asocio al de Cristo, esperando en su misericordia?
  2. ¿A quién recurro cuando estoy en una situación de cruz? ¿En quién me refugio?
  3. Cuando rezo a Dios, ¿pido egoístamente ser liberado de los sufrimientos o ser fortalecido en la fe para enfrentarlos?

Juan Carlos Rivera Zelaya

Juan Carlos Rivera Zelaya

Sacerdote de la Diócesis de Jinotega – Nicaragua. Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad de Navarra – España. Fundador del blog Paideia Católica sobre formación católica

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