¡Por supuesto! Claro que se puede creer en Dios sin creer en la Iglesia. De hecho, se ha normalizado en nuestro tiempo que muchas personas crean en Dios, sin necesidad de profesar una «religión oficial» o doctrina y por ende sin necesidad de ir a la Iglesia. La pregunta interesante que surge ante esta práctica es en qué Dios se cree, cuál es la imagen (concepción) que tienen aquellos que dicen creer en Dios, pero no en la Iglesia. Y sobre todo, qué sucede con la Iglesia, por qué no les atrae. ¿Creen en Dios o le creen a Dios? Aquí trato de responder
Tres posturas
Detrás de esta frase que es muy comentada en redes sociales puede haber 3 posturas que debemos identificar:
- La primera es la que parte del deísmo práctico. El deísmo es una doctrina filosófica que cree que Dios es como una especie de sustancia inanimada que creó el mundo fuera del espacio y del tiempo, y lo dejó a su suerte con leyes otorgadas para que funcionara sin necesidad de que este ser interviniera en el mundo. Es Dios como un ser impersonal, que ha dejado al mundo a su suerte y no se interesa por la vida de los hombres. Imaginemos el ejemplo de un relojero que hace un reloj y lo deja funcionando según sus leyes. Quizás estas personas no sepan qué es el deísmo, pero lo viven: por eso lo llamo deísmo práctico.
- En segundo lugar, tenemos a aquellos que tienen una idea natural de Dios. Ellos dicen creer en Dios, pero no en la Iglesia, o en las religiones, o en las doctrinas; generalmente tienen una idea de Dios muy vaga, como un ser que lo ha creado todo, que está fuera del espacio y del tiempo (en el cielo), y desde ahí ve las acciones buenas o malas de los hombres, da ciertos regalos a los buenos y castiga a los malos. A este ser lo tengo que agradar, pero basta con ciertos sacrificios y plegarias: ¡con eso tengo! Es una superación de las religiones del pasado, que en algunas ocasiones divinizaban las creaturas como el agua, el viento, el sol, las estrellas; ahora, se habla de un ser que está ahí, pero no implica necesariamente un compromiso o relación personal. Este ser me «bendice» o castiga acorde a mi comportamiento.
- La tercera postura es la de algunos que tienen la imagen de Dios como la que profesa el cristianismo: un Padre amoroso, que ha enviado a Jesucristo y que nos dona el Espíritu Santo. Pero, los compromisos de la vida cristiana como la moral o la vida comunitaria se les vuelven pesados. El hecho de cumplir con ciertos preceptos morales o religiosos tales como ir a misa, leer la Biblia o encontrarse con personas que no son de su agrado, etc.; hacen que estas personas prefieran decir que creen en Dios pero que no necesitan de una religión. Viven un cristianismo a medias, pero evitando todo tipo de compromisos.
Las 3 posturas son respetables y esto no es un ataque para quienes creen que esa es la mejor forma de creer en Dios. Pero, quisiera ofrecer una respuesta ante estas 3 posturas desde la visión del cristianismo.
Deísmo y religión natural
La primera postura (deísmo práctico) es una tentación filosófica y metafísica seguida por muchos en la actualidad. Como he planteado, el Dios relojero plantea la facilidad de creer en Dios de alguna manera y resolver los problemas de la presencia del mal, el libre albedrío, las guerras, el hambre. Ante esto, se puede consultar mi artículo sobre el problema del mal, por qué existe. Aún así no deja de ser una solución fácil y simplista y crea muchos más problemas: si Dios es un relojero que no está interesado en la humanidad y el mundo ¿por qué creó el mundo? ¿cuál es la razón de nuestra existencia? Un deísta no podría encontrar una respuesta sencilla ante esta pregunta. El cristianismo sí la puede dar: porque es un ser personal que decide, por amor y para nuestra salvación, crearnos y redimirnos.
Ante la segunda postura (religión natural) sí que es más difícil responder, porque ciertamente en el corazón del hombre hay un deseo de conocer a Dios. La sospecha natural de que hay un ser superior está inscrito en el corazón del hombre y esto lo mueve a buscarlo, conocerlo, y en cierto sentido a relacionarse con él. El hombre intenta saciar esta sospecha y busca de alguna manera agradarlo con distintos sacrificios y ofrendas. Sin embargo, su natural condición (sobre todo en estos tiempos postmodernos) ya no encuentra respuestas en los fenómenos naturales que son explicados por la ciencia. Por ejemplo: el hombre de la edad antigua, miraba la intervención divina en una lluvia; hoy el hombre postmoderno sabe que hay ciertos factores atmosféricos que intervienen para que llueva.
Por tal razón, ante esta sospecha puede tomar tres caminos: bien quedarse en su religión natural y conviviendo con la ciencia, bien decidirse por el camino del deísmo práctico, bien abrirse al don de la fe. También queda la posibilidad de vivir un ateísmo práctico, tal y como lo propone la sociedad actual. Pero, este no es el asunto del tema. Evidentemente esta religiosidad natural se queda más en la cultura y tradiciones del hombre particular y no es una respuesta al hombre de hoy. Esta religiosidad natural no necesita de una comunidad y por eso se puede creer en Dios solo. Queda hacerle la pregunta a esta religiosidad: ¿se puede tener verdaderamente una relación con Dios? ¿Se sacia realmente el deseo que hay en hombre? Estoy seguro que no.
El problema de la Iglesia
Ante la tercera postura, he de decir que en muchas ocasiones el problema somos muchas veces la comunidad cristiana. Con nuestro mal testimonio de vida o nuestra forma de actuar en la Iglesia, no apoyamos a otros hermanos a continuar un estilo de vida que se configure con el sueño de Dios para el hombre. Evidentemente en todo grupo humano siempre hay discordias, problemas, situaciones difíciles; pero, estas se pueden solucionar si aprendemos a actuar con humildad y sencillez. Además, he de señalar, que sin la ayuda de una comunidad, estas actitudes son muy difíciles de superar.
Por otro lado, el problema de estar en la Iglesia realmente radica en el compromiso que esto implica. Creer en Dios no es simplemente un decisión teórica o ideológica: es un compromiso, porque implica relación. Cuando yo conozco a Alguien, esto me afecta. Sobre todo, cuando decido tener un vínculo con alguien, esto implica que debo cumplir ciertas cosas para cumplir con ese acuerdo. El cristianismo profesa que Dios nos ha entregado a su Hijo para salvarnos, lo único que Él nos pide es alejarnos del pecado y participar de su Iglesia. No existe cristianismo sin compromiso de vida moral y eclesial.
Por supuesto que se puede creer en Dios sin ir a la Iglesia o sin religión. Pero ese no es el Dios Padre que nos mostró Jesucristo, que se entregó por nosotros para darnos la salvación y vivificarnos en el Espíritu Santo para que siendo hijos en el Hijo experimentemos el amor del Padre. No se puede, porque solo siendo hijos en el Hijo, solo siendo la Iglesia unida al Hijo, participando de la Eucaristía, leyendo su Palabra, viviendo en gracia, podemos estar unidos a Él por la acción del Espíritu. Sin la ayuda de los sacramentos, de la fe – amor – caridad que se nos da en la Iglesia por el bautismo, simplemente la salvación no es posible.
Solo en la Iglesia podemos realmente tener fe: que es la respuesta que el hombre da al Dios que se revela. Solo por la Iglesia, conocemos la intervención de Dios en la historia, Ella es la que nos dice que Dios ha hablado en Jesucristo. Solo por ella la acción del Espíritu se manifiesta plenamente. De hecho, la Iglesia nace de la voluntad divina del Señor: nace del costado de su cuerpo clavado en la cruz y de la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. En ahí, en la Iglesia donde el amor de Jesucristo y del Espíritu Santo me es comunicado. Sin la Iglesia, ese amor no lo puedo recibir.
En síntesis: sí se puede “creer en Dios” sin Iglesia, pero si se hace eso, no se tiene fe a Dios y no se tiene fe en Dios.
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